José Ramón Márquez
Desde San Clemente, tomando hacia el norte, en dirección a Los Ángeles, hay que parar en San Juan Capistrano, que es una Misión fundada por los franciscanos a 28 leguas al norte de San Diego, a 16 leguas al sur de San Gabriel y a media legua del Océano. Aquí se construyó una pérgola bajo la que guarecerse, se colgaron dos campanas de un árbol y se plantó la Cruz en 1775, pero hubo que abandonar el emplazamiento y al año siguiente, el año que en la costa Este andaban las trece colonias a la gresca con Inglaterra, Fray Junípero Serra retornó al lugar, halló las campanas y encontró la Cruz intacta. El día 1 de noviembre de 1776 ofició misa y ese es el día que se considera como el de la fundación de la Misión.
Fue ésta una importante Misión hasta que por aplicación del Acta de Secularización de las Misiones de California fue confiscada por el gobierno mexicano en 1834. Aquí se había plantado en el siglo XVIII la primera vid en la Alta California y aquí se produjeron los primeros vinos blancos y tintos, además de una especie de Oporto llamado Angélica, y de brandy. Durante unos años la Misión sufrió gran abandono, siendo usada incluso como burdel; en 1865 Abraham Lincoln restituyó a la Iglesia esta posesión.
San Juan Capistrano dio título a una famosa canción de los años 40, ‘When the swallows come back to Capistrano’, versioneada por Elvis Presley, Xavier Cugat o Glenn Miller, composición de León René que evoca la llegada de las golondrinas a Capistrano el día de San José, recibida con las campanas de la Misión. En homenaje al compositor que puso a Capistrano en el mapa de la música hay una habitación en la que se conserva el piano de René, partituras y otros objetos donados por la familia del músico.
Fue ésta una importante Misión hasta que por aplicación del Acta de Secularización de las Misiones de California fue confiscada por el gobierno mexicano en 1834. Aquí se había plantado en el siglo XVIII la primera vid en la Alta California y aquí se produjeron los primeros vinos blancos y tintos, además de una especie de Oporto llamado Angélica, y de brandy. Durante unos años la Misión sufrió gran abandono, siendo usada incluso como burdel; en 1865 Abraham Lincoln restituyó a la Iglesia esta posesión.
San Juan Capistrano dio título a una famosa canción de los años 40, ‘When the swallows come back to Capistrano’, versioneada por Elvis Presley, Xavier Cugat o Glenn Miller, composición de León René que evoca la llegada de las golondrinas a Capistrano el día de San José, recibida con las campanas de la Misión. En homenaje al compositor que puso a Capistrano en el mapa de la música hay una habitación en la que se conserva el piano de René, partituras y otros objetos donados por la familia del músico.
Y películas, que también se rodaron unas cuantas y, por lo que nos toca, traigamos aquí una protagonizada por Gilbert Roland, Luis Alonso, el hijo del torero Francisco Alonso Paquiro, natural de Grijota -Palencia-, afincado primero en Bilbao, donde compitió con Cocherito y luego en México donde se las vio con Pancho Villa. Gilbert/Luis, impecable galán hispano, rodó en Capistrano, junto a Mary Astor, escenas de ‘Rose of the Golden West’.
Tras el apacible paseo por la vieja Misión, hay que poner rumbo a Los Ángeles, ‘city of light/city of night’ que decía el gordito de Jim Morrison.
Para quien no lo sepa, Los Ángeles es una aglomeración urbana separada por autopistas. Decimos autopistas porque no hay otro término mayor para decir esas carreteras de seis carriles llenas de autos a cualquier hora del día o de la noche, con otras carreteras que pasan por encima y otras que pasan sobre las otras. A los lados de esas carreteras están los diversos pueblos que forman el gran L.A., Pasadena, Burbank, Hollywood, Long Beach, Santa Mónica… una descomunal conurbación, como dicen los que saben de eso, unida por atascos y que se extiende unos cien kilómetros en todas direcciones.
L.A. tiene un downtown histórico. Alrededor de la Placita Olvera, que es el resto que queda del viejo pueblo que fue Los Ángeles, a partir de ahí se fue creando un área comercial y de negocios de la que quedan espléndidos edificios, viejos cines y antiguos almacenes. Hacia los años 70 el mejor comercio se mudó a otras zonas y el lugar fue siendo ocupado por tiendas de medio pelo, que ocupan edificios señoriales. En la actualidad el downtown es algo parecido a lo que podían ser algunas zonas de Manhattan de hace treinta años, con mucha mezcla racial, y esos fabulosos cambios de paisaje humano que se daban con sólo cruzar una calle, pero con menos gente en las aceras. La mayor parte de los productos que se venden en el ‘Fashion District’, de una pésima calidad, proceden de China, hay varios centenares de joyerías que venden brillantes y oro bajo y está el Toy District donde se venden piñatas y juguetes en tiendas atendidas por hombres en camiseta de tirantes y en la acera hay puestos que ofrecen tacos y burritos vegetarianos. Un poco más allá, en Little Tokio se percibe el movimiento que ya se está produciendo y que en unos años transformará todo este distrito, que en unos años será igual que todo lo demás.
Luego vamos a pasar la noche a Burbank, patria de Warner Bros., que de pijo que es ya ni dejan fumar en las calles de su pequeño, coqueto y cuidado downtown lleno de ‘Organic Restaurants’.
Tras el apacible paseo por la vieja Misión, hay que poner rumbo a Los Ángeles, ‘city of light/city of night’ que decía el gordito de Jim Morrison.
Para quien no lo sepa, Los Ángeles es una aglomeración urbana separada por autopistas. Decimos autopistas porque no hay otro término mayor para decir esas carreteras de seis carriles llenas de autos a cualquier hora del día o de la noche, con otras carreteras que pasan por encima y otras que pasan sobre las otras. A los lados de esas carreteras están los diversos pueblos que forman el gran L.A., Pasadena, Burbank, Hollywood, Long Beach, Santa Mónica… una descomunal conurbación, como dicen los que saben de eso, unida por atascos y que se extiende unos cien kilómetros en todas direcciones.
L.A. tiene un downtown histórico. Alrededor de la Placita Olvera, que es el resto que queda del viejo pueblo que fue Los Ángeles, a partir de ahí se fue creando un área comercial y de negocios de la que quedan espléndidos edificios, viejos cines y antiguos almacenes. Hacia los años 70 el mejor comercio se mudó a otras zonas y el lugar fue siendo ocupado por tiendas de medio pelo, que ocupan edificios señoriales. En la actualidad el downtown es algo parecido a lo que podían ser algunas zonas de Manhattan de hace treinta años, con mucha mezcla racial, y esos fabulosos cambios de paisaje humano que se daban con sólo cruzar una calle, pero con menos gente en las aceras. La mayor parte de los productos que se venden en el ‘Fashion District’, de una pésima calidad, proceden de China, hay varios centenares de joyerías que venden brillantes y oro bajo y está el Toy District donde se venden piñatas y juguetes en tiendas atendidas por hombres en camiseta de tirantes y en la acera hay puestos que ofrecen tacos y burritos vegetarianos. Un poco más allá, en Little Tokio se percibe el movimiento que ya se está produciendo y que en unos años transformará todo este distrito, que en unos años será igual que todo lo demás.
Luego vamos a pasar la noche a Burbank, patria de Warner Bros., que de pijo que es ya ni dejan fumar en las calles de su pequeño, coqueto y cuidado downtown lleno de ‘Organic Restaurants’.
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