martes, 20 de agosto de 2013

Ser indio y hacer el indio

Union Pacific

José Ramón Márquez

Desde Moab, otro de los descubrimientos, desandamos un poco el camino y volvemos hacia la majestuosa falla de Moab para encaminarnos a Canyonland, que es el aperitivo para el Gran Cañón. Entre el río Colorado y el Green River se montan un festival en estas tierras que es difícil describir, un disparate de cañones, mesas, erosión y colores que uno es incapaz de comprender, por mucha explicación que le echen de que si el Pérmico, que si el Jurásico, que si el Pleistoceno, a esto no hay quien le meta mano sin la ayuda de Juan Gabriel Morcillo, que es la única persona que conozco que te sabe contar las cosas que pasaron hace millones de años con paciencia y sencillez. Ante lo inabarcable del paisaje y lo inconcebible de los fenómenos que han dado lugar a toda esta belleza, lo único sensato es disfrutar de ella, del viento y del silencio, que la ventaja que tiene Canyonland sobre el Gran Cañón es que aquí hay significativamente menos gente.

Luego partimos hacia Monticello y Blanding para llegar a Bluff, en cuya entrada un letrero que no sabemos si será otro bluff, nos indica que el pueblo se fundó en 650 d. C.. Todo el camino están a la vista diversas tormentas lejanas, que estos son aquí los meses que llueve algo, son cortinas de agua que descargan a lo lejos y que traen un olor fresco de humedad. A veces pasamos por donde descargó la tormenta, entonces la sequedad del terreno ha cambiado, la temperatura bajó un poco y la rala vegetación, agradecida, saca un color algo verde.

Tomamos desde Bluff por la US 191 en dirección sur, hacia el Monument Valley, territorio de la nación Navajo. Allí es donde John Ford rodó irrepetibles filmes, de entre los cuales La Legión Invencible es uno de los favoritos. Monument Valley ya no es como lo recordábamos. Ahora hay unas casetitas donde te cobran la entrada y después han hecho un hotel y un centro de acogida de viajeros desde el que salen camionetas cargadas de turistas hacia el valle. También se puede ir sin necesidad de las camionetitas, y pararte donde quieras, que es lo que a uno le gusta y como llevamos auto potente, es lo que hacemos. Muchos se meten con los coches de  turismo, que como son alquilados, les da lo mismo, y luego las pasan canutas en el repecho para salir, con tanto bache y tanto polvo como hay; esto causa la mofa de los Navajo tanto como de los hombres blancos, que las pequeñas desgracias ajenas siempre han servido de mofa en todas las culturas.
 
Los Navajo son como quien dice Comunidad Autónoma. A la entrada de la reserva avisan de que para ellos es importante que en el auto te pongas el cinturón de seguridad, signo de modernidad. Tienen sus hechos diferenciales, como que su tiempo va una hora menos que el tiempo oficial -hora de las montañas-. A uno le da por pensar que mientras sus abuelos se partían el cobre en el Barranco del Lobo o en Cuba, los abuelos de muchos de estos hombres aún seguían en la trashumancia en pos de los búfalos. Demasiado salto para tan poco tiempo. Va cayendo la tarde y en muchos de los ínfimos ranchitos de los Navajo, los 'dinéh' (el pueblo), la tienda ha sido sustituida por una caravana. Llegamos con la noche a Page, Arizona, ciudad fundada el mismo año que quien firma esto. En la misma entrada del pueblo, ocupando una antigua gasolinera, nos recibe la Big John's Texas Barbecue donde unas impresionantes costillas asadas y ahumadas, al estilo texano, nos reponen de tantas fatigas.


Huevos Benedict en Jailhouse Cafe

 Tormenta

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 Bluff

 John Ford

 Ser indio y hacer el indio

Arizona