Juan Soriano
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En España el bigote era un rasgo de la identidad portuguesa, como el gallo de Barcelos, hasta que vino Mourinho, que no gasta bigote, y nos hizo ver que el rasgo de la identidad portuguesa es la inteligencia.
Mas el paso de Mourinho por España está asociado al bigote del “senyor” Satorra, encargado del túnel del Barça y testigo imparcial del dedo de Mou en el ojo de Tito.
–Sólo quiero tener un poco de bigote natural, bajo mi bigotito postizo –dice Charlot a Neville en el baño turco de Douglas Fairbanks, enseñándole un brote de bigotito que se está dejando crecer.
El bigote de Satorra fue la réplica culé al bigote de un pipero que aplaudía en pie los goles de Ronaldinho en el Bernabéu, aunque esto nos lo aclararía mejor Beatriz Preciado, la filósofa de Burgos capturada por Hughes para su hoja de TV con la delicadeza que el entomólogo capturaría a la mariposa (o al mariposón) para su colección.
Preciado cultiva la filosofía “queer” y “tránsgenero”, pues, como de Ortega, al serle presentado, dijera El Gallo (el Gallo de Pastora Imperio), “tié que haber gente pa’ tó”, como esa madre que el otro día aparecía en una TV traspasada de dolor, y sobreimpresionado, el rótulo “mi hijo quiere ser filósofo”.
Podría decirse que Beatriz Preciado es a Derrida lo que María Zambrano fue a Ortega, pero con bigote (aunque falso) en vez de gato, y quiera Dios que a Pilar Bardem no le dé por hacer con Beatriz lo que hizo con María, o sea, “María querida”, con cameo de Carmen Calvo, que arrimaba la subvención.
Por cierto, que Zambrano fue el ángel (y más), de Juan Soriano, divino y diablo que, sin conocimiento transgénero, ya atribuyó al bigote el éxito de Frida Kahlo (“en México decimos mujer con bozo culo sabroso”).
Un “gallifante de Suecia y Turquía”, dice Preciado que es España.
Y ahí está el “Institut Nova Història” reclamando para Cataluña la cuna y la obra de Cervantes, que es la forma nacionalista de dejarse bigote.