lunes, 12 de agosto de 2013

A Chicago conviene llegar de noche

Carretera de Toledo

José Ramón Márquez

Para ir de Pittsburgh a Chicago hay que tomar la Carretera de Toledo. Te atraviesas entera la Ohio Turnpike, pasas cerca de Detroit, donde se hacían los autos, y de Akron, donde se hacían los neumáticos, circundas Toledo y todo seguido llegas a Illinois. Claro que eso se dice pronto, porque lo que en realidad atraviesas es una Sagra interminable, descomunal, no de trigo y de cebada sino de maíz, señalada por granjas que parecen colocadas en al paisaje por el mismo que hace los belenes; que más que para las cosas agrícolas parece que todo el paisaje está dispuesto para hacer bonito. Hay unas granjas pintadas de blanco, otras pintadas de rojo y otras en ruinas, con la madera oscura y con hiedra trepando por las tablas de los viejos graneros; todas ellas tienen grandes árboles frente a la vivienda. Cualquiera de los tres modelos es tan armonioso y resulta tan familiar, que uno podría decir qué hay dentro del horno, y qué cosas preocupan a sus habitantes, de las habitadas y qué desgracias hicieron la ruina de las que ya no están en uso. El cine nos enseñó todo eso y, por ello, resulta inteligible y familiar.

A Chicago, como a Las Vegas, conviene llegar de noche. Se entra por el puente del Chicago Skyway y al ir aproximándose hacia el lejano downtown, se va viendo cómo se van concretando los edificios y sus ventanitas iluminadas, entrando en la luz hasta quedar rodeado de la impresionante arquitectura de los rascacielos. Chicago alardea de su arquitectura y de sus arquitectos, por un lado de Frank Lloyd Wright, que de tan contemporáneo como es, sus edificios no resisten el paso del tiempo. Dicen que no había materiales tan especiales como los que él necesitaba para sus construcciones y le ocurre como a Moneo, como a Calatrava, que su arquitectura es de problemas más que de soluciones. Y por otro, del inmortal Mies, que en Chicago dictó su enseñanza contenida en la simplicidad de sus imponentes líneas, de la perfección del bronce y del cristal, de lo 'arrematao', lo que no se puede hacer mejor, que es como El Gallo definió el clasicismo. De eso es de lo que Chicago se honra, y lo que deja bajo la alfombra es el pasado del día de San Valentín, de Capone, de Dillinger, de ese violento elenco de delincuentes cuyas historias nos han llegado por el cine y de los que la ciudad evita alardear. Y luego está la música, que por traer aquí a uno que nos gusta de los nacidos en la ciudad, diremos a Donny Hathaway, ahora que de él ya nadie se acuerda.
Con la vida callejera del fin de semana, los bares, el metro por arriba y el autobús por abajo, Chicago tiene algo que se sale del natural paisaje norteamericano: hordas de gentes caminando a un restaurante o a tomar el trago, en el centro, es algo que da cierto aire europeo a la ciudad, pero el deslavazamiento de sus viviendas, de la mezcla de almacenes y casas ínfimas junto a espléndidos desafíos de la técnica de la construcción, nos lleva a pensar que en los mismos años que los Constitucionalistas españoles nos tildaban en Cádiz a los ciudadanos de 'justos y benéficos', Chicago era apenas dos cabañas donde el hijo de un francés y una esclava y otro competidor que le salió montaron dos 'trading posts' para comerciar con pieles al lado del lago Michigan.

En la esquina de North Wells  y West Ontario se encuentra el aleph de los anti Guía Michelín: Al's Italian Beef, con fotos dedicadas de Cassius Clay, da un bocadillo de carne picada y especiada que tiembla el Misterio; enfrente Gino's East, con las paredes pintarrajeadas como en La Bodeguita del Medio, la deep dish pizza o pizza estilo Chicago, que es una especie de lasagna, espectacular de sabor, sobre masa de pan y que tiene bastante poco que ver con la pizza. Y mientras esperamos la pizza no podemos dejar de pensar en el genial Cassen que, usando a Barcelona como decorado con el simple truco de poner en los mástiles banderas estadounidenses y no usar planos generales, rodó en los años 60 'El terrible de Chicago', con ínfimos medios y un grandísimo humor.

 Granjas y maíz

 Chicago Skyway

 Downtown

  Van der Rohe y a su izquierda Donald Trumpp

 Als y Ginos east esquina no apta para guia Michelin