Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El hombre moderno “fornicaba y leía periódicos” (así lo veía Camus). El hombre posmoderno, simplemente, “ve la TV”.
¡Qué fin de semana ante la TV!
Primero, en Wimbledon, Nadal, el Indurain del tenis, y madridista de mucho mérito. (El Barcelona, con eso de que su “rourismo” de Roures ha de basarse en la lucha de clases y la movida del proletariado, ha perdido peso en el tenis, siempre tan pijo.)
Luego, en el Tour, Contador, apaleado en las cunetas por los mismos filisteos franceses que se arrodillan ante DSK, ese Moisés cuya vara… Bueno, ¿qué vamos a decir nosotros de eso?
–Y tú, levanta tu vara y extiende tu mano sobre el mar y divídelo; y los hijos de Francia pasarán por en medio del mar, sobre tierra seca…
(Conviene recordar que Contador chupó su filete antes de que la ministra Pajín dictara la lista de cosas que no se pueden chupar. Menos las ranas de piscina, y por el cloro limpiador, en el Levítico de la Pajín todos los animales son impuros.)
Y al final, en la Copa de América, Neymar, el mohicano, cuyas manifestaciones, una vez agrupadas, apuntan a un chorlito a la altura de Robinho o el pequeño, pero humilde, Messi.
Robinho se arrepiente ahora de su salida del Madrid: arrepentidos los quiere el Ser Superior, o sea, Florentino, pero Spinoza condenó el arrepentimiento por considerarlo una forma vergonzosa de la tristeza. En resumen:
–A buenas horas, mangas verdes.
En cuanto al pequeño, pero humilde, Messi, constatamos que fuera del Barcelona no rinde. En América los árbitros no lo admiran como el alemán Stark y no le desbrozan el camino de Pepes recalcitrantes
.
El noble portugués Luís André de Pina Cabral de Villas-Boas quiere a Pepe para detener a Messi en la Champions por la que suspira el ricacho ruso del Chelsea. Con su simpática cara de cascabel pisado, Pepe es la piedra en la botita de Messi, que con Pepe en el campo no sabe meter goles con el Barcelona...
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NEYMAR Y SU MUSA
El fútbol es un deporte democrático por excelencia: no requiere de grandes cabezas, y de ahí su popularidad. Se puede ser hábil futbolista y persona bruta. Y a Neymar, que es el caso, le han puesto un profesor de “marketing” en urbanidad: la justicia poética hace que su nombre sea Musa. Su misión es que la estrella no se deshaga en bobadas ante los medios. Messi, que todavía no se ha disculpado por su balonazo al público del Bernabéu, y que ahora habla de “un gol de mierda” de los bolivianos, necesitaría otro Musa, y yo en ese papel veo a Gaspart.
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El fútbol es un deporte democrático por excelencia: no requiere de grandes cabezas, y de ahí su popularidad. Se puede ser hábil futbolista y persona bruta. Y a Neymar, que es el caso, le han puesto un profesor de “marketing” en urbanidad: la justicia poética hace que su nombre sea Musa. Su misión es que la estrella no se deshaga en bobadas ante los medios. Messi, que todavía no se ha disculpado por su balonazo al público del Bernabéu, y que ahora habla de “un gol de mierda” de los bolivianos, necesitaría otro Musa, y yo en ese papel veo a Gaspart.
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