martes, 12 de julio de 2011

De mandril y madrileño, "mandrileño"

"Mira, papá: bueyes"

MANDRILEÑOS

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

De la reunión de «yuppies» y «macarras» surgió en los 80 el tremendo «yuparra». Ahora, de la reunión de «mandriles» y «madrileños» surge el «mandrileño», penoso arquetipo que va a más. Y que no vengan las feministas del Gijón con lo de «mandrileños» y «mandrileñas», porque «mandrileños» sólo son los tíos, subvencionados moralmente por los proveedores de cultura municipal. Antes de la eclosión de los «mandrileños», a los árboles de la capital sólo se ataba Tita, que todavía la estoy viendo encadenada a un plátano de Recoletos para protestar contra el urbanismo absurdo, pero carísimo, de Siza, el de las «boites» de metacrilato para paradas del autobús. Ahora a los árboles de la capital todos los «mandrileños» atan la bici. ¿A qué venía tanta tabarra pidiendo árboles? Exactamente para tener algo bonito a lo que atar la bici, piedra angular de la redención social que se propone Gallardón, cuyos arbitristas no dan más de sí. Al contumaz hostigamiento al paseante por parte de «mandrileños» de bici y «mandrileños» de moto por la acera, únese el «mandrileño» de «segway», aparejo de dos ruedas que sirve… ¿Para qué sirve un «segway»? Cambiamos a Tita por la bici y al bus por el «segway». ¿Y qué? ¿Valía la pena destrozar todas las plazas francesas de Madrid sólo para transformarlas en solares de granito artificial por los que pudieran circular a toda velocidad los «mandrileños» de «segway»? El uniforme estival del «mandrileño» es camiseta de asas, pantalón corto y sandalia o chancla. En el Museo Arqueológico hay una cueva de Altamira que Cultura mantiene cerrado para no hacerle la competencia a la cueva de Altamira, igualmente falsa (la original, a la espera de lo que decida Rubalcaba tras evacuar consulta con los perros flautas, sólo es para los amigos), en Altamira. Sería impagable contrastar al «mandrileño» de Gallardón con el bisonte de Modesto Cubillas, cuya hija gritó, como si lo fuera de Florito: «Mira, papá, bueyes».