martes, 4 de mayo de 2010

LA ESTOCADA DE FANDIÑO

Urdiales en Arnedo
Fandiño en Madrid

José Ramón Márquez

Sobre la estocada del pasado sábado de Fandiño en Las Ventas estoy leyendo por ahí algunas cosas que me sorprenden. Dicen ‘gran estocada’. Yo tengo la costumbre, que me inculcaron los mayores, de que en la estocada miro en primer lugar los pies del torero, que son los que te hablan de su auténtica intención; luego miro la mano izquierda, que es la que mata y la que te cuenta la verdad de la ejecución de la suerte suprema; a continuación me fijo en el sitio donde se pincha; y, por último, en la colocación del estoque.

Es verdad que vivimos una época en la que apenas nadie mata ‘con arreglo a las normas del arte’ y se valora muchísimo la colocación del acero o, simplemente, que el estoque se clave entero en el toro un poco más arriba o un poco más abajo. Para mí, la estocada de Fandiño del pasado sábado adolece de no haber sido bien ejecutada, porque no descubre la muerte del toro, puesto que no le marca al toro el viaje abajo, sino a la media altura; el toro no va toreado y además el torero se queda en medio de la suerte sin buscar la salida y sale trompicado por la acometida del toro porque se abalanza sobre él. La espada, esto no se puede negar, la deja arriba y el toro rueda sin puntilla con prontitud, pero de eso a una buena estocada va un mundo. Eso, como mucho, debería contabilizarse como una buena clavada.