Hughes
No nos habíamos repuesto de ver a la plana mayor del PP de Madrid bailando El tiburón cuando apareció Begoña Villacís como Camila Cabello con una camiseta de algo que parecía béisbol en la inauguración de un campo de sóftbol llamando a la hermandad de españoles y «latinos». Es una línea de distinción entre un partido, declinante ya, y el otro, el PP, que sí admite decir hispanos (en la gestión del traspaso: votos, nombres y remilgos).
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Pero era fácil recordar estos días aquel célebre artículo al ver la innegable «americanización» de Madrid. Ayuso volvió a demostrar su talento para el falso populismo atrayendo a los evangelistas. Esto es el colmo: los días impares se presume de centrismo semperista, los días pares imitamos a la derecha evangélica trumpiana… Si está previsto que en los próximos años haya un incremento neto de 250.000 inmigrantes anuales en España, estas cosas adquieren importancia. O el evangelismo americano o algunas formas de espiritualidad africana o, directamente, el victimismo Black Lives Matter instilado, y apetece imaginar el efecto que tendrán, para empezar, en el catolicismo español. ¿No se merece la Conferencia Episcopal, su COPE, la competencia de una nueva telepredicación? ¿No se animaría la derecha con esta nueva derecha locuaz, milagrera, espectacular, sonora y no concordada?
Es este recién descubierto voto evangélico y es el sóftbol; es Jorge Juan lleno de dinero venezolano y bolichico, y es el Toni2 mexicanizado que canta rancheras y por Luis Miguel o son las peleas de bandas en el metro, los machetazos crepusculares con los que dirimen su territorialidad en «nuestros/sus barrios»… es un Madrid, también, abierto al ir y venir de flujos americanos, dinero y gentes, costumbres, también al turismo del gran lujo y a una economía global, competitiva («traeremos la City») que transforma la urbe en otra cosa y convierte su tipismo en un escenario en trance de desaparición.
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Esa idea de Madrid como DF ya la frecuentó Ayuso cuando su pulso con el Gobierno de Sánchez. Es la aportación de la —llamémosla— derecha liberal al momento federalizante: un «Madrid DF», lo que podría ser hasta un punto de acuerdo y consenso entre los federalizantes de izquierdas y nacionalistas y la derecha centro-liberal (con alcances de simpatía y hegemonía en toda la derecha): un Madrid, a cambio de eso, potentísimo, economiquísimo, próspero, globalizante y «miamizado».
Leer en: La Gaceta de la Iberosfera