Hughes
Podrán detener a Trump, pero no nos quitarán
la alegría de haberle visto reaparecer en las primarias del Partido Republicano. Verle tomar forma de nuevo, salir de Mar-a-Lago. La alegría poco explicable de contemplar su figura en los mítines, de verle charlar con sus compatriotas. Una figura icónica ya con uniforme: el cuerpo algo inclinado, el enorme abrigo negro, la camisa blanca, la corbata roja y su gran tupé dorado.
En 2016 fue una revelación y aprendimos a entender su mensaje nuevo. En 2020 empezó a inspirar una forma de amor ("Trump, we love you") por su soledad y su misión. Pero en 2023 es ya su mera presencia lo que despierta una mezcla de humor, ilusión, confianza y civilización. Es su porte, su caída de hombros, esa silueta reconocible como la del logo de la NBA, y es también el conjunto: el abrigo, la corbata, el tupé doradísimo. Hay algo pictórico, abstracto. Trump mercantilizó antes que nadie su apellido, hizo del Trump un ACME que colocar sobre cualquier cosa, pero ahora ha hecho algo con su figura. Ha desarrollado un motivo icónico poderoso.
Trump era la mercantilización inmediata de una identidad, pero ahora su figura significa...
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