Sheldon S. Wolin
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La mentira procura siempre imitar a la verdad: ahora hemos sabido que en Londres la “implementación” (sic) del virus chino corría a cargo del ministro sanitario Hancock, y que en Washington el “Asalto al Capitolio” resultó ser una visita guiada de Les Luthiers a la Universidad de Wildstone. ¿Todo fue así siempre? En la Edad Contemporánea, sí.
Si esto sucede en dos países (¡los únicos!) con cultura de la representación, los que carecemos de ella somos como una sobremesa del barón de Münchhausen. Dalmacio Negro cree que del Estado degenerado en Estado de partidos (“Estado democrático”, dicen los liberalios: “contradictio in terminis”, pues el Estado es mando) se puede decir hoy, “con bastante más veracidad”, lo de Nietzsche: “El Estado miente en todos los idiomas…de modo que lo que dice lo miente… y lo que posee, lo ha robado. En él todo es falso”.
–El Estado dividió a la sociedad en sociedad política y sociedad civil, consumándose la escisión con la Revolución Francesa.
La Mentira como Razón de Estado queda consagrada por la Asamblea Nacional francesa cuando, en julio del 91, para no deponer al rey que había huido, decreta la ficción de que no hubo huida, sino rapto. Condorcet y Paine tuvieron el coraje de decir la verdad al pueblo, los mismos que después votaron contra la muerte del Capeto.
Nos habita la verdad, dice San Agustín, pero ¿y la mentira?, pregunta el autor de “El animal ladino”; ¿ha de ser ésta engaño venido de fuera a dentro? “La tiranías no nacen: se hacen; y las hacen los que después van a ser sus primeras víctimas”.
Para Sheldon S. Wolin, un “rojeras” que murió sin pararse a constatar cómo los mentirosos demócratas pies negros de Obama dejaban en aprendices de brujo a los mentirosos republicanos pies blancos de Cheney/Bush, la gran enseñanza de la debacle de Iraq para la democracia, donde el objeto del engaño es el “pueblo soberano”, se refiere a los efectos destructivos de la mentira (“la tergiversación deliberada de la realidad y su reemplazo por una ‘realidad’ construida”): la política ya no representa al ciudadano, sino que es “re-presentada” al ciudadano.
–Mentir es la expresión de una voluntad de poder: el éxito de una mentira va alentando otra, y el líder sucumbe a la tentación de convertir lo falso en lo real.
Pero la banda de Iraq contaba con un pez gordo que apoyaba su idea de pegarle fuego a la Mesopotamia, Platón, que contempla la posibilidad de que los gobernantes se vean obligados a recurrir a la mentira… por el bien de los gobernados. Es la Razón de Estado. Y para aquellos que, habiendo profesado públicamente la fe en el Estado, un día actúan como si ya no creyeran, su castigo, dice Rousseau, debe ser la muerte:
–Han cometido el mayor de los crímenes: han mentido en presencia de las leyes.
Hoy Rousseau se iría de farra con Tito Berni.
[Viernes, 10 de Marzo]