Francisco Javier Gómez Izquierdo
Los octavos de la Champions nos dejan a Haaland como una especie de terrorífico Minotauro que se ha posado en un Manchester del que no sabemos si es tan buen equipo como cantan los aedos que presumen de saber o le sigue faltando eso que no se puede explicar y que siguen teniendo clubes como el Liverpool, Barça o su vecino United.
A derribar el Minotauro, Guardiotauro por mejor nombre, destacan dos Perseos con mañas y empaque de acrisolada solvencia sin que importen circunstanciales flojedades en sus asuntos internos (sus ligas). Uno es el Bayern, al que han dejado solo los de su nación. Un equipo como manda la ortodoxia y los aficionados. El otro, el Real Madrid, de quien se sospecha posee el arma milagrosa para pastorear el laberinto de la copa de Europa: un supuesto hilo de Ariadna que sólo ven sus jugadores con el que más que asustar, espantan a los rivales más extraordinarios.
De los otros cinco valientes, uno sale de Portugal, el Benfica. A pesar de contar con formidables peloteros, arrastra una maldición que no caduca hasta el 2063 o por ahí y tales condiciones suelen ser insuperables.
De Italia, se postulan tres. El más pinturero y pericoloso parece el Nápoles, donde un tal Kvartsjelia, apoyado de un enmascarado, Osimhen, llegan dispuestos a convertirse también en leyenda. Inter y Milán darán brillo y notoriedad a su ciudad, pero servidor no los ve enemigos con ferocidad.
Queda el Chelsea, cuyo mayor peligro viene del conocimiento que pueda tener Graham Potter por razón de vecindad. Se supone que nadie quiere al City, pero el City seguro que no quiere al Madrid o al Bayern.Y si me apuran tampoco a los italianos. Al Nápoles, por muchas razones, y a los dos de Milán, porque sí que tienen lo que le falta al City