jueves, 2 de marzo de 2023

En la muerte de Pelayo Novo




Francisco Javier Gómez Izquierdo

         Quise poner ayer un recuerdo para Pelayo, pero no me salía. Lo dejé. Hoy lo voy a intentar hacer, aunque ustedes piensen, si acaban de leerlo, que me podía haber ahorrado el esfuerzo. Pelayo está en el corazón del cordobesismo porque en la tarde del 22 de  junio del 2014 metió un balón al segundo palo donde andaba Raúl Bravo; éste lo empujó de cualquier manera a la zona que debía ser propiedad de un portero llamado Barbosa, pero un tío listo que nos dejó el Chelsea, con el apropiado nombre de Ulises, chuleó al cancerbero y coló un gol que llevó al Córdoba a Primera desde un Insular desolado que había celebrado el ascenso de Las Palmas en el minuto 90 con invasión al campo. El árbitro suspendió y reanudó un encuentro que tuvo ese final soñado por el cordobesismo y por el mejor guionista de películas de suspense. De aquella tarde hay muchas fotografías pero para los cordobeses en geneal quedaron grabadas dos y en las dos está Pelayo Novo, no sabemos si feliz y contento, pero nos pareció que sí y nos lo sigue pareciendo.

 
       Pelayo Novo, nació en Oviedo y empezó a jugar en el Real equipo de la capital de las Asturias. De allí fue al Elche y el Elche nos lo cedió una temporada. De aquí fue a parar al Lugo ese mismo 2014; regresó al Elche; en el 17 se presentó en el Cluj rumano, pero por lo que sea no le cuadró y se incorporó al Albacete donde nos sobresaltó con aquel episodio en  Huesca que nos dejó a los que tuvimos el gusto de conocerle con la mosca tras la oreja y a él en silla de ruedas.


        El tema del suicidio es perturbador y cada cual tiene una particular opinión sobre la decisión, motivación y circunstancias del suicida. La psiquiatría y la psicología seguro que avanzan a marchas forzadas en prevenir tanta muerte indeseada, pero creo que cada suicida supone un mundo aparte al que no llegamos las personas del montón -esos individuos que indudablemente somos más previsibles y se entiende que menos atormentados-, pero me da que tampoco los que presumen, no hay más que ver los aires que se dan, de escudriñar las mentes. Estarán conmigo que cuando nos llega noticia de algún conocido que ha decidido  quitarse la vida, siempre hay alguien que te apunta : "...joé, andaba en psicólogos pero lo mismo ha dado.." "..sí, el pobre estaba con tratamiento..." Los psicólogos no son la Psicología ni los psiquiatras la Psiquiatría con mayúscula y por eso me incomoda ese empeño con que se cuente con ellos para asuntos en los que luego no asumen ninguna responsabilidad. ¿Cuántas muertes se tienen censadas entre sus pacientes? Semejante estadística podría sorprender a más de un bien pensante.


      Tengo leído que los animales no se suicidan y que el hombre se suicida porque piensa. Creo que todos entendemos que hay personas que dan exagerada importancia a situaciones y problemas que aunque no tengan solución se puede continuar viviendo sin mayores sobresaltos.., o sufriendo como el Sísifo que nos contó Albert Camus, aquel portero de fútbol que se metió a filósofo: "...No existe más que un problema filosófico serio en verdad: el suicidio. Decidir si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder la cuestión esencial de la filosofía".


     Lo voy a dejar aquí. Mejor no sigo porque cuando se trata el tema estoy convencido que decimos demasiadas sandeces. Tengo a Montaigne en la mesilla y anoche leí que "...abatida el alma e incierta de recobrar sus fuerzas, no puede fortalecerse..." Sólo quería decir que siento mucho, pero mucho, mucho, la muerte de Pelayo. Descanse en paz.