Hughes
Hacerse mayor es sorprenderse a uno mismo usando expresiones como 'dar árnica'. El Madrid da árnica en Barcelona. Lo hizo deportivamente Ancelotti, del que hay que hablar, y lo hizo institucionalmente el propio club.
El Madrid jugaba un partido contra el Barcelona, con unos árbitros dependientes del CTA, en una competición llamada LFP y en el marco de la RFEF. Todo estaba en entredicho salvo quizás el balón, como dice Quintano (yo no tengo tan claro que el balón sea a estas alturas inocente).
Todo lo que tenía el Madrid alrededor tenía la sospecha profunda de la corrupción, y además se las arreglaron, en tirabuzón de cinismo oportunista, para improvisar una operación de maquillaje antirracista antes del partido. El Madrid hizo gala de esa nobleza que predica su himno original (que quitó Florentino desvalorizando al Madrid). Es "bélico" el Madrid y es "noble adalid", y esa nobleza la desparrama realmente en situaciones así: poniéndose en una foto familiar, mezclando su camiseta con la de un rival manchado de corrupción que sólo ha demostrado odio, inquina, trapacería y deslealtad.
Cuando nos preguntábamos qué hacía el Madrid compareciendo en ese aquelarre, esa timba de cartas trucadas, y justo en el año en que han abusado, maltratado y estigmatizado a Vinicius, van los del Madrid y deciden posar abrazados con el club de Negreira, que es el club del cochinillo, que es el club del nacionalismo oficial, que es el club del 1-O, que es el club del plante a la Copa, que es el club de la vejación al himno, que es el club de las agresiones a árbitros, que es el club de 'juego a las doce porque me sale de los huevos, de los dos, de tiki y de taka', que es el club de las palancas, que es el club de...
Si fuera al revés, el Barcelona hubiera aprovechado la ocasión para herir de muerte la imagen internacional del Madrid. Si fuera al revés, el Barcelona hubiera aprovechado la ocasión para herir de muerte la imagen internacional del Madrid. Hubieran hecho cualquier cosa para explicárselo al mundo.
Pero el Madrid se prestó, participó en la farsa absoluta y ya tampoco parece del todo inocente. ¿Qué centrismos y qué señoríos y qué remilgos buitreros justifican exponer el escudo a semejantes bukakes pseudodeportivas?
Luego está lo de Ancelotti, al que Xavi le ha pintado la cara en Supercopa, Copa y Liga con goles decisivos de Kessié. Aunque gane otra Champions, las performances contra el Barcelona manchan su trayectoria en el Madrid para los restos. No se puede admitir lo que ha provocado Ancelotti. Hay un madridismo (o dicen que hay) ajeno ya a las rivalidades ibéricas que sólo piensa en la Copa de Europa. Pero el derbi es global, y si es global, ¿se puede permitir ser derrotado una y otra vez por un rival, el rival, que es manifiestamente peor?
Ancelotti en eso ha fallado, aunque gane otra Copa de Europa.y aunque sea adorado y adorable, un señor y un gran campeón, no ha llegado del todo a la psique profunda del Madrid, al verdadero madridismo, porque no ha alcanzado, como sí hizo Mourinho, la defensa colérica y política del Madrid, que se produce ante el enemigo. Ganar al Liverpool está bien, pero el madridismo puro, auténtico, iracundo y justo, valiente y mejor es el que defiende lo otro. Eso otro que esta en juego en momentos así.
Vayamos al partido. El Barcelona llevaba la camiseta de Rosalía, catalana famosa en el mundo por hablar español, lengua que maltrata sistemáticamente el tinglado del que el Barcelona es símbolo y, ahora lo sabemos (siempre lo intuimos), epítome.
El Madrid jugaba con su blanco 'otra-mejilla' habitual.
Camavinga sabe encontrar a Vinicius
El primer abuso sobre Vinicius habría que aclarar que lo comete el Madrid. Usa de Vinicius, y luego abusa, le deja solo rodeado de defensas y acompañado por un delantero milenario y de nuevo periférico que es Benzema.
El partido empezó con el ardor culé habitual, pero lo detuvo Vinicius forzando el autogol de Araújo, al que además regateó en corto, en largo y con un caño, en lo que quizás fue la la única victoria blanca de la noche.
Vinicius era, como siempre, el primer nervio del Madrid, el que lleva el espasmo eléctrico, y conseguía el gol por su forma 'sucia' de semifallo propio o ajeno.
Hubo después unos minutos de gran juego madridista en los que destacó Camavinga. Ahora mismo, los jugadores del Madrid son o no son en función de cómo buscan o encuentran a Vinicius. Benzema, no hace falta decirlo, está mal, y Camavinga está excelso y encuentra a Vinicius con pases perfectos que abren el juego con una exactitud que producía en el espectador un raro deleite... En la destrozada competición española, indigna y ficticia, pressing catch sin humor, solo se salvan Vinicius y Camavinga, ¡incomprendidos por la canallesca absurda y sus analistas perezosos y aquiescentes! Esos analistas son, para mí, la gran traición al fútbol: someten su juicio, su verbo, su todo de exfutbolistas a los locutores, los Manolos Lamas, los Maldini, los Martínez, los de siempre, los loros de Negreira, ¡las vuvuzelas que quisieron callar a Mou! Ahora sabíamos que no nos equivocábamos: lo de Mourinho era una batalla moral. Mou puso ojos nuevos y limpios, además bellamente 'saudosos', y donde peor le trataron fue en Madrid. O sea: el mal estaba ya en el entorno mismo del club.
Pero esos exfutbolistas, decía, que se adaptan al locutor rinden el fútbol a la gran cháchara antifutbolística que se ha impuesto, ese cóctel de Prisa, Roures, Cope, etc (proporciones variables).
La verdad del fútbol, que desconocemos, estará en los que callen y no entren en ese rondo de chauchau.
Pero me desvío, me desvío (qué me pasa, qué torrente me lleva, ¿es ira? ¿es una risotada lo que sale de mí? ¿es el desparrame ya total del no tener papel?), decía que Camavinga y Vinicius daban sentido a estar ahí el Madrid, a seguir en la competición. Olvidamos por un momento la corrupción, la sensación de amaño permanente, y disfrutamos con Camavinga y con Vinicius, el mejor jugador del campeonato con mucha diferencia que se ha tenido que tirar más de medio ídem pidiendo perdón por reír, por bailar, por regatear y por protestar las faltas que no le pitaban. 'Unity' hubo, sí, pero contra él, y el Madrid (¡membrillos de blandura florentiniana!) se puso en la foto. La campaña contra Vinicius se serenó en cuanto el Barcelona sacó ventaja en puntos. Ahí se suavizó...
Los buenos minutos del Madrid en la primera parte fueron terminando y se perdían en el triángulo honorífico de Kroos, Modric y Benzema, que daban, pese a algún buen pase del croata, una sensación de poca energía y menos velocidad. Lo de Benzema es escandaloso. No hubo nadie en el área, ya nunca hay nadie en el área.
El Barça, con gran tesón y un buen Raphinha se fue creciendo; alguna parada de Courtois y ocasiones sobre todo a balón parado hasta el gol de Sergi Roberto en el 45.
Antes, una cosa observada en Vinicius. Perdió una pelota ante Araújo, en la defensa culé, y volvió sobre sus pasos para quitarle, en falta, a la altura del área del Madrid, y convertido en lateral (él, en lateral él) una pelota a Raphinha. El extremo box to box derrochando una energía que no todos tenían. ¿Cómo era posible que Tchouameni estuviese en el banquillo?
Ir con el Modric-Kroos por la vida es demasiado incluso para Ancelotti. Es curioso; cuando empezaron los cambios, el sistema del Madrid se fue desfigurando: Rodrygo donde Modric y viceversa, cosas así. ¿Por qué no hacerlo antes para incluir a Tchoauméni y Rodrygo en el equipo?
Benzema, lastre ofensivo
El Barcelona empezó la segunda parte con gran empeño. Muy bien eso, digno de aplauso. Propició también situaciones divertidas como cuando Carvajal, de forma violenta y quizás hasta alevosa, impactó con sus piños en el codo de Gavi, que casi sale en cabestrillo. "Braceo" decían los comentaristas, los grillos de Negreira, cri cri, cri, los que jamás vieron el humito, el tufillo raro que echaba la cosa, jamás. Dijeron braceo pero entonces debieron decir 'denteo'.
Gavi es un jugador muy importante. En Gavi sobrevive el privilegio culé, el hecho diferencial de La Masia. Ya no está tanto en el toque como en ser capaz de la mayor bravura. Camacho a su lado es un woke de repente. Gavi hace tacklings con la sien, que es algo que no se ha visto nunca, y agrede, empuja, patea, pisa, puntea, zarandea, bracea sin que le saquen tarjeta. Es que es Gavi, saben. Es un querubín gattusesco. ¿Cómo se la van a sacar a Gavi? Él es así, los demás no. Él llega donde los demás no porque está hecho de otra pasta. Sencillamente, es así. En Gavi permanece vivo el privilegio, la bula, la licencia, la excepción, lo propio-distinto y singular. Alguien diría que Gavi es bastante normalito, pero ¿no servirá el arbitraje para hacer de lo común algo diferente? ¿Y si el arbitraje, el CTA, Negreira, los Hernández Hernández y cia sirvieran para, precisamente, hacer de lo idéntico algo distinto? Quizás eso compraba el Barça: hechos diferenciales, diferencia, diferencialismo, cálculo diferencial en los penaltis y las tarjetas...
Todo ese sistema casi étnico de 'diferencia' y particularismo sobrevive en el cuasisalvajismo, que es un 'furia' que de repente ha salido en La Masía como un anacronismo o como un cardo entre petunias, sólo que ahora el cardo es bello y además está riquísimo bien cocinado.
El Madrid fue sufriendo hasta que Modric y Kroos desaparecieron completamente del campo. En ese momento se lanzaron a por el gol y lo marcaron en una acción de habilidad de Vinicius para Rodrygo, en una especie de subcarril, de segundo carril junto al suyo, y con pase de Carvajal (mejor sin dejar de desesperar) para el gol de Asensio, celebrado con gesto al escudo que no se disfrutó porque podría facilitar su renovación.
Ese gol lo anuló el VAR. Ya lo habían anulado antes los comentaristas televisivos. Hay sospechas poderosísimas de que sobre la realidad que es un partido de fútbol, el barcelonismo o, mejor ya, el antimadridismo, controla a los árbitros, controla la producción de narrativa palabrera y controla lo audiovisual. Insisto: es muy difícil confiar en la circunferencia de la pelota. No me invento nada. El gol fue anulado con la triste justificación gráfica de una doble raya que quería demostrar la distancia milimétrica que separaba a Asensio del defensa. Cada uno tenía asignada una línea y lo curioso es que una era azul y la otra granate o morada. El VAR tiene colores, se vio, y son azulgranas.
Tras la anulación, al Madrid le entraron las prisas, pero todo su atropello cogía por sorpresa a Benzema, más allá que acá. En una contra, sentenció Kessié, la bestia no puedo decir negra de Ancelotti, que así redimensiona y relativiza cómicamente su carrera: el entrenador más laureado de la historia fue dominado por Xavi.
La Liga es del Barça, otra vez. Pero lo deportivo ya no es felicitar sino abandonar la competición. El saludo sonriente y satisfecho entre Xavi y el cuarto árbitro, al final del partido, tenía una familiaridad viscosilla que simbolizaba o simplemente reflejaba la tácita armonía de tantos años entre el 'fúpbol' y 'lo que rodea al fúpbol'.
*Blog futbolero de Hughes