Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Sabíamos qué pintaba Domecq (“detrás va Pedro Domecq con dos sultanes de Persia…”) en el entierro del Camborio.
–Supongo que por la visión de las etiquetas de las botellas de Domecq en las juergas flamencas –fue la explicación de Lorca a Pemán.
Pero nos faltaba poner cara a los dos sultanes de Persia. Y van apareciendo pistas.
En la cabeza todos teníamos la hipótesis zoroástrica de los dos Grandes Espíritus, bueno y malo, y el bueno vencerá cuando Persia conquiste el mundo, mas la noticia de que España ha sido elegida por la Onu para verificar el desarme nuclear iraní, en premio, se supone, a los avances del doctor Errejón en el campo del núcleo irradiador, unida al rumor de que la teocracia iraní (nada que ver con la “teocracia española” denunciada por Carmen Vela, la Madame Curie que De Guindos puso en la Ciencia del Estado) sea la titular del móvil del jefe de Podemos (imaginemos una sintonía tipo bájame-la-jaula-jaime-bajamelá-bajamelá) nos hace pensar que la pareja de sultanes del entierro del Camborio, que sería España, sean los doctores Errejón y Pablemos.
A los cincuenta años de Palomares, España sigue gozando de un bonito prestigio nuclear en la Onu, donde ya en 1946 el comunista Oscar Lange, delegado polaco, denunció que España era la mayor amenaza para la paz del mundo porque, con la ayuda de técnicos alemanes, estaba fabricando bombas atómicas en Ocaña.
Jomeini no tenía móvil, que a lo mejor por eso le cayó tan bien a Rosa Montero. Y si su teocracia le ha puesto uno a Pablemos, con lo que habla, estamos ante algo verdaderamente extraordinario.
Los jóvenes progres siguen a un monacillo que tuitea sobre la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores laterales. Sus padres adoraron a un santón que pontificaba (“Librillo Verde”, comentado por Ernest Gellner) sobre la distribución del peso del creyente entre los dos pies al orinar.
De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades.