Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El silencio mediático sobre los sucesos de Nochevieja en Colonia es periodismo de Estado.
El nuevo periodismo de Estado viene a silenciar lo que el viejo periodismo de calle gritaba.
Grandes momentos del periodismo de Estado que uno recuerde son la churrera del Hotel Corona de Aragón cuando el atentado en Zaragoza o los calzoncillos de tres capas (¿paquete Shock Jock?) de García Ferreras cuando los trenes de Atocha.
La rama con más beneficios del periodismo de Estado es el periodismo de secta, la secta socialdemócrata, en el caso europeo, que establece como única verdad que ya no hay verdades, con lo cual todo son mentiras.
Obama ya está conceptuado en las encuestas como el peor presidente de la historia, pero el periodismo de secta sigue colgado de él porque es uno de esos americanos palurdos con complejo europeo, es decir, convencido de que Europa sabe manejar mejor que América la paleta del pescado.
De hecho, Obama es un Woody Allen de la política: Allen hace películas para camelar al jurado del Príncipe de Asturias y Obama toma decisiones para tener contento al jurado del Nobel de la Paz y a los redactores de la Wikipedia.
El periodismo de Estado, que todavía no nos ha servido una sola imagen de los sucesos de Nochevieja en Colonia, lleva dos días repitiéndonos los pucheros (con lágrimas obtenidas por el método Stanislavski) de Obama al anunciar sus medidas ful contra las armas, un guiño a su claque en Europa, donde nadie ha leído “El federalista”, que tan bien explicada deja la discusión de esa cuestión. Obama tampoco lo ha leído, y por eso se permite hablar de los congresistas republicanos como si fueran perroflautas de la CUP puestos en la Cámara de Representantes, no por el voto popular, igual que él, sino por un pelotón de marines al mando de Donald Trump, “magnate” “racista” y “xenófobo”, al decir de nuestros periodistas de Estado, que, por cierto, no creo que sepan que quien desarmó a los españoles fue Franco.