miércoles, 6 de enero de 2016

El asesino



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Mañana hará un año de la visita yihadista a la redacción de “Charlie Hebdo”, con una docena de muertos en el mostrador, y los “humoristas” supervivientes lo conmemoran con una portada estresante:

Un año después, el asesino sigue corriendo.
Y “el asesino” es un dios (con minúscula, como lo escriben los panolis) tinto en sangre y con cara de Beiras, mezcla de ira del Dios de Moisés y rizos del Dios de “El Jueves”, corriendo con un kaláshnikov a la espalda, como si los venados visitantes de hace un año en la redacción de “Charlie Hebdo” hubieran sido “kikos” del Camino Neocatecumenal.

Esta inaudita cobardía moral resume la actual cultura socialdemócrata, que es el odio a la verdad, y explica que Europa se muera de vieja (de vergüenza ya murió en el 14) sin haber conocido la democracia representativa, que es la forma de la libertad política.

¿Cómo no traer a colación aquí la descripción de Tom Wolfe del gran fenómeno inexplicado de la astronomía moderna: esto es, que la tenebrosa noche del fascismo se cierne siempre sobre los Estados Unidos, pero toma tierra únicamente en Europa?

Tocqueville volvió de América con la impresión de que el funcionamiento de la democracia necesita de la religión, que promueve la intimidad con la verdad.

Je suis Charlie –musitaban hace un año los cantamañanas.
Charlie son ese “alcalde” de Villamanrique de la Condesa que felicita la Navidad a los vecinos con citas del Corán o esa “profesora” de Ibiza que premia con un sobresaliente a un alumno por blasfemar.

Nuestro gran Santayana supo ver que el odio moderno a la religión no es, como el de los filósofos griegos, un odio a la poesía (que ellos querían sustituir con la dialéctica), manteniendo todavía la reverencia del hombre por lo sobrehumano.

El odio moderno a la religión es odio a la verdad, odio a todo lo sublime, odio a la risa de los dioses. Es pueril vanidad humana intentando justificarse mediante una mentira.
Odio a la libertad.