lunes, 4 de enero de 2016

Pericles y los ecologistas. Breve "état d'ame" al pie del "Gabizos"

Gabizos

Jean Palette-Cazajus

Las aristas piramidales del imponente «Gabizos » dominan mi pueblo. Desde niño, lo he intuido como una figura tutelar, como el símbolo de toda permanencia.

Vuelvo los ojos hacia él cuando me duelen demasiado de contemplar la lepra urbanizadora que va degradando inexorablemente el entorno rural. Enormes pústulas, manchones de decenas y decenas de casitas individuales, todas mediocres, todas clónicas, todas, literalmente, insignificantes, ellas y los veinte metros cuadrados del sagrado «huerto». Esto es lo que media entre las inocentes ilusiones pastoriles de Marie-Antoinette en su aldea de Trianon y la «rurbanidad» prefabricada codiciada por 66 millones de automovilistas informatizados.

Sé desde 1975, gracias a André Gorz, que los privilegios no se pueden democratizar. Creer lo contrario puede que sea la mejor explicación de la vocacion intrínseca por el fracaso de la izquierda teleológica. Por un lado Versalles o el Bugatti fatal cuya elegancia acabó con la de Isadora Duncan. Por el otro, los miles de casitas clónicas o las torpes caravanas en la M30. No hay alternativa. 

La democratización del privilegio supone la destrucción de aquello mismo a que se pretendía acceder. Generalizada, cualquier forma privilegiada de disfrutar de la calidad del mundo se convierte en contribución mezquina y alícuota a su inexorable degradación. 

Cada diez años queda urbanizada en Francia la superficie equivalente a un departamento mediano. Esto significa que en menos de un siglo -la esperanza de vida de quien haya nacido hoy- el país será, en el mejor de los casos, una inmensa zona residencial. Salpicada por algún que otro «parque natural», puesto que «aparcados» viven todos, residentes y territorios, en el nuevo paradigma. 

El síndrome de la casita individual es general. Ningún país lo lleva tan lejos como Francia. No es el momento de analizar las causas. Hannah Arendt contó cosas sobre la obsesión francesa por los «petits bonheurs». Razón obvia es la extension del país. Se entiende que, a la modesta escala europea, 550 000 km2 permiten abrir el coto para el «apolillamiento» del paisaje. Los 17 millones de holandeses no pueden permitirse tamaño despilfarro con sus 40 000 km2. Muchos eligen edificar sus casitas en Francia. 

O en España. España vitrificó sus franjas costeras. En «La Lola se va a los Puertos», película de 1947, se entreven imágenes sobrecogedoras del Puerto de Santa María, de una Andalucía casi soñada, «virgen», habría dicho Waldo Frank. Ancha y áspera es Castilla y resiste algo mejor. Allí, todavía aflora, a veces, en los labios el adjetivo «grandioso».

Durante la celebración de la COP 21, hace pocos días en Paris, Facebook quedó inundado por vídeos ecologistas. En el menú principal, selva amazónica, ballenas y calentamiento global. Cada vídeo venía acompañado de un lacrimoso comentario cuya función era dejar patente la fuerte implicación de su autor. 

He visto, a posteriori, el desternillante episodio con que José Mota, en Nochevieja, debería habernos librado para todo el año de la plaga de zascandiles «solidarios» y conectados. No será así. El militante suele ser un extraño personaje habitado por la convicción berroqueña de que la incapacidad de solucionar sus problemas de ego va a solucionar los de la sociedad. Dicho de otro modo el militante es la inversión estructural del ciudadano. Pericles militando en Catalunya Sí es Pot...podría dar un indicio.

La exigencia individual y el prurito de originalidad son algunos de los últimos mitos con que Occidente simula ilusionarse. En realidad, en tanto que animales humanos, nos caracteriza la capacidad de autodomesticación. A pocos les molesta ya que Europa, y Francia a la cabeza, se vaya transformando en un gran «parque temático» como la define una arquitecta amiga, y soriana. 

Como nos lo enseñó el maestro Lévi Strauss, la filosofía es vana cháchara si no se apoya en una antropología fundamental. La cual incluye, orgánicamente, la dimensión ecológica. Sin ese zócalo de exigencia cotidiana cualquier política es un brindis al sol.

Veo difícil recuperar el sentido del Oἰκουμένη. Palabra de uso generalizado entre los griegos. «Ecúmene» dicen los cristianos. Les doy las gracias por haber perpetuado el concepto, si bien con otro sentido. No creo forzar la definición si digo que recoge la armonía consciente de una comunidad con su medio. 

No aventuro ninguna solución. No quiero meterme hoy en camisa de once varas. Prometo volver sobre el tema con más valor. Sólo se trataba de un breve «état d'âme» al pie del Gabizos.

Gabizos

 Lottisement-pavillonaire

Enfer pavillonnaire