martes, 5 de enero de 2016

Cabalgatas

Deadwood


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La izquierda cultural (tampoco hay otra) presenta hoy en España su Cabalgata de Reyes y Reinas, una especie de “rave” antifascista para niños a base de solsticio, feminismo y república, la misma república que hizo suyo uno de los lemas más tiernos de la Urss: “Gracias, camarada Stalin, por nuestra infancia feliz”.

La Iglesia cristianizó las fiestas paganas y Podemos “stalinea” las fiestas cristianas, recuperando el solsticio de los niños de Atapuerca para combinarlo con el feminismo de las magas de Valencia, cuna de Berlanga, después de todo, con el pretexto de reproducir una “performance” laica del 37, que ha alcanzado cotas estéticas comparables a las obtenidas por el guionista David Milch en el bar de “Deadwood”.

Lo más valioso del mundo son las personas –es el famoso aforismo de Stalin sacado del baúl por “la gente” de Pablemos.

En la Cabalgata Antifascista de Madrid han prohibido el desfile a las ocas de Miguelín (¡el paso de la oca nacional-socialista!) y a los niños católicos del colegio Arenales, que no pegarían nada con el nuevo espíritu pacifista y municipal del “Arderéis como en el treinta y seis”. Estamos, pues, ante la gran puesta en escena del relato comunista de la Memoria Histórica (la Historia hábilmente amañada por lo que Santayana llamaba el “censor” de Freud), con sus tontos útiles, sus compañeros de viaje y sus pajes de la cultura (una cultura para la que el Extremo Oriente era sólo otro campo de concentración) derramando sobre los pequeños milicianos, en vez de caramelos (¡los famosos caramelos envenenados de los frailes de Madrid!), libros de Búfalo y Vil y hasta de Sánchez Ostiz, si aceptamos, con Gregorio Luri, que la historia de un pueblo sólo puede estar a la altura de su literatura, más la bendición del padre Ángel y el beso de buenas noches de Carmena, la alcaldesa que, “con una cara arrugada como un rublo de papel”, nos trajo las “libertáes”.

Está la cosa para dejar los zapatos nuevos en la ventana.