Charles de Koninck
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El buenismo profesional es el taparrabos del cinismo político, y esto vale para los curas antiguos, como el padre Ángel, y para las abuelas modernas, como la alcaldesa Carmena, dueña de un buen corazón turco.
–Cuando un turco tiene remordimientos, llena de pan sus bolsillos y lo reparte entre los perros –fue la primera lección aprendida por Camba en su Constantinopla–. He ahí el buen corazón de los turcos.
Carmena se nos vende como si fuera inofensiva como la abuela del Betis, pero sólo es otra buenista profesional, tan incapaz políticamente de una mala palabra como de una buena acción, que es lo que demanda la sociedad lanar.
¿Cómo el pueblo que salió a la calle por tres dedos de capa que le quitó Esquilache se queda en casa tan contento con los dos dedos de frente de la TV que le da Carlotti?
Veo a la gente de orden algo levantisca, no sin razón, por el “mamarracherío” de la cabalgata municipal en Reyes, pero sin que nadie llegue a proponer la legítima defensa de la insumisión fiscal desarrollada por Charles de Koninck, el Marshall McLuhan de la teología tomista.
En el caso cabalgatero hay que decir, además, que Carmena no representa la revolución, sino la reacción de continuar con el feísmo desatado por Alicia Moreno, la Malraux de Gallardón, y Fernando Villalonga, el Malraux de Ana Botella, en lucha “contra las políticas obsoletas y nada adecuadas a los tiempos que corren”.
–¿Ustedes defienden que la esposa de Botín haga filantropía con dinero público? –afeó, farruco, Villalonga a la izquierda que se oponía a retirar la subvención a la música de Paloma O’Shea.
Mas ya Gustavo Bueno explicó aquí a Hughes que la manía de la Iglesia a Galileo no fue por geocentrismo, sino por atomismo, que hacía peligrar el dogma de la transustanciación.
–Y un día el ministro Ordóñez quitó el Corpus Christi, que es la esencia del catolicismo, como fiesta obligatoria. “Esto es la revolución”, pensé. ¡Y no se han dado ni cuenta!
Estamos buenos.