sábado, 2 de enero de 2016

El chino



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El dueño del restaurante “Le Catalan”, en París, dijo a Picasso, que había pintado el mural del comedor, que no entendía uno de sus cuadros. Picasso le preguntó si entendía el chino. “No”. Y Picasso: “¡Pues se aprende!”

En España, con la resaca, muchos se preguntan, por ejemplo, cómo Churchill dijo que el menos malo de los sistemas es la democracia, si la democracia puede aupar a La Moncloa a un pelanas como Pablemos.

Pero Churchill no hablaba desde la democracia, sino desde el parlamentarismo, que no es lo mismo: los americanos acabaron en la democracia representativa huyendo del parlamentarismo inglés.

Ni el fascismo ni el comunismo han llegado nunca al poder democráticamente, y es imposible que lo hagan, lo cual habla muy bien de la democracia, que, como régimen de mayorías, impide naturalmente el paso a las pestes totalitarias.

La democracia sólo es representación y separación, pero de poderes, no de regiones, como cree Pablemos, rendido a los encantos argentinos de Laclau, Pisarello y el diablo sobre ruedas.

Mussolini y Hitler alcanzaron la cima en sendas partidocracias y sus antidemocráticos sistemas proporcionales. Una vez arriba, el Duce “perfeccionó” la ley electoral, con la asignación fija de dos tercios de los escaños para el partido que obtuviese un cuarto de los votos, ingeniosidad rescatada por Renzi para su “Italicum”, un “fascismo democrático” que tiene a los “politólogos” más cursis aplaudiendo con las orejas.

Pablemos, con su cara de chino de Deadwood (¡el Wu de Blesa!), habla mucho de democracia, pero como lo hacen los comunistas, es decir, con esa trampa semántica de tomar a cuatro de los suyos, en este caso perroflautas, por el “demos”. A triquiñuelas “democráticas”, desde luego, no les gana nadie: Chávez creyó superar a la democracia representativa de Hamilton con su basurilla indie-comunista del “referéndum revocatorio” y un “cuarto poder” (?) o “poder electoral”.

Pero aquí nadie quiere aprender chino.