viernes, 15 de enero de 2016

La gente



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Dicen que, toreando en Valencia, mano a mano, Domingo Ortega y Victoriano de la Serna, al llegar al sexto toro, el toledano de Borox tenía el esportón llenó de orejas, por ninguna del segoviano de Sepúlveda. Entonces La Serna, que era doctor, se acercó a Ortega y le dijo algo así:

¡Eh, paleto! Tú saldrás por la Puerta Grande, pero mañana de quien van a hablar los periódicos es de mí.
Y, en vez de irse al toro, se sentó en el estribo y esperó a que se lo llevaran vivo al corral. Al día siguiente, sólo se habló del “escándalo La Serna”.

Éste es, pero en cutre (¡y en gorrón!), el método publicitario de la banda de Pablemos, que ha hecho suyo el aforismo del padrecito Stalin: “Lo más valioso en el mundo son las personas”.

Marketing, pues, de los años 30 y glamour perfectamente descrito por Robert Michels hace ahora un siglo:

No falta en ninguno de los jóvenes partidos la declaración solemne al mundo entero de que su propósito es redimir no tanto a ellos mismos sino a la humanidad entera del yugo de una minoría tiránica y sustituir el régimen viejo e injusto por un nuevo reino de la justicia. El demagogo desborda de sentimentalismo y se conmueve ante las penurias del pueblo.
Así, en el Parlamento, Podemos, puñito de jugar a los chinos en alto, un bebé en brazos, lágrimas del Orinoco en los ojos y aplausos nada flamencos (codos a la altura de la cabeza) de Pablemos, siempre tan Falete.

Con Bescansa de loba capitolina, ese niño era el Rómulo fundador de un nuevo mito, el mito de la gente, con que los nuevos tetones del Estado trataban de representar (la partidocracia es un tejido de metáforas) la “adoptio” romana por la cual el emperador de Roma “adoptaba” a un joven y lo educaba para sucederle como heredero.

¿Y qué dice de todo esto el doctor Freud de Viena?
Pues que Pablemos ya tiene sucesor, aunque él no lloraba por eso. Su llantina la tenemos muy vista: es la que cada año, por Navidad, deja escapar la gente que pilla el Gordo.