La insolente juventud de J. B.
(Colección Look de Té)
Jorge Bustos
Si la revista Time medita elevar un robot a rango de “Persona
del año 2012”, significa que los analistas mayas tenían más estudios que
los del Banco de España y que la humanidad ciertamente se aboca a su
extinción. La sonda Curiosity, de todas formas, no es precisamente una batamanta, ni un audífono bidimensional, ni demás quincalla abracadabrante –que diría Prada–
con que la teletienda ceba el consumismo de los insomnes. Se trata de
un utilitario algo futurista de una tonelada que se pasa el día tirando
fotos por la superficie de Marte y mandándolas a Houston, que vendría a
ser así el Facebook de las sondas espaciales. Hoy sabemos que alguien
todavía alienta por las fotos que sube a su perfil o porque tuitea,
luego existe; así que la traviesa paradoja de los muchachos de Time queda bastante diluida:
Curiosity es de hecho la persona de un futuro que ya está aquí, y no sólo en Marte.
Que nuestra especie acabe siendo suplantada por máquinas constituye una fantasía sci-fi ya
añeja. Que le tomen a uno por el alcalde presuntamente corrupto de
Sabadell y mi apellido escale así a los primeros puestos de la picota
digital de Twitter o trendig topic, eso es la primera vez que
me pasaba, señores, y ya le van quedando a uno pocas primeras veces de
nada, pese a mi insolente juventud. Como habría hecho Curiosity,
corrí a desmentir en las redes sociales cualquier parentesco con el
regidor imputado de homógrafa alcurnia, pues yo no he pisado nunca
Sabadell y si mi padre no me ha mentido y la heráldica es fiable, los Bustos descienden
de la pata misma de los Siete Infantes de Lara, sangre del rey de León,
castellanos viejos de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín
flaco y galgo corredor, oigan.
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