Foto: Ricardo Cases
Al paso
MARGARET
MARGARET
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
13 de octubre de 2006
Martín Chirino le dice Margaret a ella porque el cineasta Borau, que por algo es académico de Bellas Artes, tiene dicho que ella, acaso por su melena distraída, es como Margaret Sullavan, la primera mujer en casarse con Henry Fonda, cuando el cine consistía, visto por John Ford, en ver caminar a Henry Fonda.
“Margaret”, la última “lady” de hierro de Chirino, surgió de la fragua de Valyunque en la madrugada del sábado, 30 de septiembre, como una salamandra retorcida por el fuego.
Cellini contó en su “Vita” cómo en una tarde de invierno se le apareció una salamandra en el fuego del hogar y cómo su padre, entonces, le propinó una paliza. “Que esta deslumbrante visión –le dijo–, tan pocas veces concedida a los hombres, se te grabe en la memoria.”
Habíamos cenado aquella noche –Chirino, Rafael Monagas, Castaño, la tal Margaret y también Ariel y Calibán– en Casa Rufino, que es la taurina Iberia de Chinchón. Huevos con habas frascueleros y vino del Duero.
En casa de Chirino el hierro está en el hogar como la salamandra en el fuego. Monagas ha encendido el horno para mostrar la potencia de la hulla y Chirino –bambas verdes, vaqueros, cazadora azul– arrima distraídamente a la lumbre una barra de hierro. “Dora”, la “golden retriever” dorada como La Cordobesita del anís de Julio Romero de Torres, y “Fosco”, el perro cuzco y titiritero de las visitas, se pelean por las chispas. El aire aúlla en la tobera y la fragua se pone que echa bombas. Monagas hace de Caballero de la Tenaza que calienta el hierro en una fumarola de carbón o que lo enfría en el caldero del agua. Chirino tiene el aura del herrero. Al batir su yunque, nos recuerda el rumano Eliade en sus “Herreros y alquimistas”, el herrero imita el gesto ejemplar del dios fuerte. Chirino, en efecto, es fuerte como un dios de estantería antigua. La palabra más antigua que se conoce para designar al hierro está constituida por los signos pictográficos cielo·y fuego. A eso de la una, Chirino, que hace cinco minutos tenía sueño, acomete los primeros retorcimientos de “Margaret”, aunque Chirino todavía no sepa que esa clave de sol en hierro será tres horas y cientos de martillazos más tarde “Margaret”, es decir, una idea ferruginosa de la melancólica Margaret Sullavan. Tenaza, martillo, cortadora, soldadora, yunque, chispas, fuego, agua, y al fondo, la noche estrellada y las vides santas. Es, dice Chirino, admirándose, la primera vez que hace una escultura en una velada con amigos. Cielo y fuego. El herrero celeste es el mensajero del Dios supremo: continúa y perfecciona su obra, haciendo al hombre capaz de comprender sus misterios.
Martín Chirino le dice Margaret a ella porque el cineasta Borau, que por algo es académico de Bellas Artes, tiene dicho que ella, acaso por su melena distraída, es como Margaret Sullavan, la primera mujer en casarse con Henry Fonda, cuando el cine consistía, visto por John Ford, en ver caminar a Henry Fonda.
“Margaret”, la última “lady” de hierro de Chirino, surgió de la fragua de Valyunque en la madrugada del sábado, 30 de septiembre, como una salamandra retorcida por el fuego.
Cellini contó en su “Vita” cómo en una tarde de invierno se le apareció una salamandra en el fuego del hogar y cómo su padre, entonces, le propinó una paliza. “Que esta deslumbrante visión –le dijo–, tan pocas veces concedida a los hombres, se te grabe en la memoria.”
Habíamos cenado aquella noche –Chirino, Rafael Monagas, Castaño, la tal Margaret y también Ariel y Calibán– en Casa Rufino, que es la taurina Iberia de Chinchón. Huevos con habas frascueleros y vino del Duero.
En casa de Chirino el hierro está en el hogar como la salamandra en el fuego. Monagas ha encendido el horno para mostrar la potencia de la hulla y Chirino –bambas verdes, vaqueros, cazadora azul– arrima distraídamente a la lumbre una barra de hierro. “Dora”, la “golden retriever” dorada como La Cordobesita del anís de Julio Romero de Torres, y “Fosco”, el perro cuzco y titiritero de las visitas, se pelean por las chispas. El aire aúlla en la tobera y la fragua se pone que echa bombas. Monagas hace de Caballero de la Tenaza que calienta el hierro en una fumarola de carbón o que lo enfría en el caldero del agua. Chirino tiene el aura del herrero. Al batir su yunque, nos recuerda el rumano Eliade en sus “Herreros y alquimistas”, el herrero imita el gesto ejemplar del dios fuerte. Chirino, en efecto, es fuerte como un dios de estantería antigua. La palabra más antigua que se conoce para designar al hierro está constituida por los signos pictográficos cielo·y fuego. A eso de la una, Chirino, que hace cinco minutos tenía sueño, acomete los primeros retorcimientos de “Margaret”, aunque Chirino todavía no sepa que esa clave de sol en hierro será tres horas y cientos de martillazos más tarde “Margaret”, es decir, una idea ferruginosa de la melancólica Margaret Sullavan. Tenaza, martillo, cortadora, soldadora, yunque, chispas, fuego, agua, y al fondo, la noche estrellada y las vides santas. Es, dice Chirino, admirándose, la primera vez que hace una escultura en una velada con amigos. Cielo y fuego. El herrero celeste es el mensajero del Dios supremo: continúa y perfecciona su obra, haciendo al hombre capaz de comprender sus misterios.
Ave “Margaret”.
Margaret Sullavan
Por ella Borau llamaba Margaret a Catalina Luca de Tena