Gaona, Pastor, Limeño, Machaquito, Martín Vázquez, Manolo Bienvenida,
Gallito, Cocherito, Bombita, Belmonte y Rafael Gómez Gallito
Esto es un G10, y no lo del Tío Jindama y Julián López
José Ramón Márquez
Parece ser que Luis Abril ya se va por fin de la Telefónica. ¿A quién le importa? ¿Cómo influirá eso en el depreciado valor de la acción esta noticia?
El hecho de que Luis Abril desaparezca, como desapareció Julio Linares sin que apenas nadie derramase una miserable lágrima por él, sirve para ver cómo van ascendiendo otros más jóvenes, Pallete -la Obra de Dios- o Valbuena, con sus trajes de buen paño y sus corbatas de enorme nudo, anudados a tan dignísimos pescuezos llamados a gestionar de manera perfecta la ruina del antiguo monopolio en el que ya sólo creemos, románticamente, los que hemos recibido un salario de la Compañía y, además, una pastueña gratificación por los servicios prestados.
Convencidos de que el triunfo en América de la antigua CTNE obedece tan sólo al palmario abandono de aquella geografía por parte de los gringos, abandono del subcontinente hostil para ellos, dejado en las manos de los pobres españoles para que nos quememos solitos contra los socios menos confiables de todo el Planeta; hechos, por cierto, a nuestra imagen y semejanza, a base de todos esos criollitos dispuestos a sacar un indígena de la chistera cuando convenga para sus intereses, tan próximos y tan queridos.
El hecho de que Luis Abril abandone la Compañía no tiene más que dos lecturas a corto plazo para el español de a pie: la una es que el PPPP (Prestigioso y Pingüe Premio Paquiro) alentado por la generosa mano de Luis Abril para mayor gloria del torero José Tomás Román, desaparecerá en breve; la otra... ¡Ay, la otra!