sábado, 24 de noviembre de 2012

Tasas

 
Tertulia en Pombo

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lamela, el dueño de “Pombo”, era tradicionalista: murió sin tolerar que entraran en su café las gambas, que para él representaban lo más odioso, lo tránsfuga y lo pueril, el bar, incompatible con la seriedad de “Pombo”.

    Lo que para Lamela eran las gambas son las tasas para Gallardón, que es un modernista que en Madrid ya nos ha modernizado un par de cosas: como alcalde, la basura, y como ministro, la justicia.
    
Contra el tradicionalismo y la seriedad de Lamela, el modernismo y la frivolidad de Gallardón.
    
Entiendo que haya quien quiere seguir en el Antiguo Régimen –es su displicente elegancia.
    
¿El franquismo? ¿La República? ¿Flandes?
    
En todos la justicia iba despacio porque el tiempo para ella era dinero.

    Pero Gallardón nos vende gambas de Guinea por gambas de Huelva.

    En el Ayuntamiento, quitó a los maceros, por franquistas, pero llenó de bicis las aceras, que era el sueño que Franco encomendó a Ridruejo. En el Ministerio, ha soltado a Bolinaga, y para enfriar el ánimo litigioso del español, ha sacado una lista de precios con descuentos a mujeres, niños y militares sin graduación.

    ¿Quién litiga? El acreedor. Y, con esos precios, al acreedor le va a traer mejor cuenta el hombre del frac que un juzgado lleno de gambas (¡la modernidad!) de Gallardón, que nos protege como el oso de la fábula a su amo.

    –Cuando la mosca se posó en la nariz del amo que dormía, el oso hizo justicia lanzando contra ella un pedrusco. La mosca murió, pero el amo no pudo felicitar al oso.
    
¿Dónde está la austeridad mariana de Gallardón? En aquello que decía el Séneca de meter en un mismo saco los valores morales y los económicos.

    –En decir “vale mucho don Alberto” con iguales palabras que se dice “vale mucho la gasolina”.
    
Total, que otra de gambas.