lunes, 26 de noviembre de 2012

El Madrid en su cuadrilátero

 Juan Antonio Fernández Cristiano en la velada del sábado en San Sebastián de los Reyes

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El Madrid entregó la Liga en agosto, con la torrija de sus eurocoperos, y la organización la sentenció en el campo del Levante con una infamia cuyo “inri” (para el Sindicato de Camioneros: la inscripción que a modo de mofa Pilato puso sobre la cruz) fueron los premios anuales de la LFP.
    
Luego está el día a día de esta Independence League tan simpática: en Sevilla, si al Barcelona se le aparece Mateu Buen Golpe de Hoz, al Madrid se le aparece el hombre del mazo, que siempre es Arminio. Grano a grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Hasta Xavi se ve sorprendido:
    
Nos ha sorprendido el liderazgo de Tito.

    Pero en la colchoneta de puntos culé hay mayor liderazgo de Freixa que de Tito.

    Esto prueba que en la Liga (como en la Champions, pues mandan los mismos), igual que ocurría en la época negra del boxeo que acabó con el boxeo, el Madrid, o gana por K.O. o pierde a los puntos. Por eso el Sindicato de Camioneros, para explicar las victorias del Madrid, habla de “la pegada”.

    –Con esa pegada, ¿cómo tiene valor el Madrid para quejarse de los horarios de Roures o de los árbitros de Villar?
    
Sí, pero ellos no sueltan ni a Roures ni a Villar, y contra eso en el Madrid sólo parecen sublevarse Mourinho y Cristiano, los dos que bailan el ritmo flamenco que hizo único al Madrid: excelencia y chulería (lo que el Sindicato de Camioneros llama “señorío” sólo es el tergalillo pipero del domingo).
    
El ritmo flamenco, en todos sus palos, es impar –escribió Cocteau en el amanecer del gran Madrid–. Los gitanos llevan al extremo ese culto instintivo de lo impar: las mujeres hasta cubrirse un solo hombro, los hombres hasta remangarse sólo una pernera del pantalón

El muslo chulo de Cristiano.
    
Ni cante ni baile. “El flamenco son unos aires, una forma de ser.” Son los soldados que vienen de Flandes, y al ver sus aires y sus trajes, se exclama: “¡Es un flamenco!”

    Pero el pipero es prisionero de la modestia socialdemócrata que despacha la prensa.

    La modestia, explica Bertrand Russell, vive de la envidia, y pone el ejemplo del pavo real: ninguno envidia a otro su cola, porque todo pavo real está convencido de que su cola es la más hermosa del mundo. En consecuencia, son aves muy apacibles.

¿Y lo desgraciado que sería un pavo real si se le hubiera enseñado que es malo tener buena opinión de sí mismo? Diría: “Yo no puedo creer que mi cola es mejor que aquélla, porque eso sería orgullo (chulería); pero ¡cuánto me gustaría que así fuera! ¡Ese antipático está tan convencido de su magnificencia! ¡Si le pudiera quitar alguna de sus plumas! Entonces, ya no podría soportar la comparación conmigo.”
    
Gradualmente, se establecería el principio de “pavo real con cola fina igual a mal bicho”. Eliminarían a los más hermosos, y no quedaría de las colas espléndidas más que el recuerdo.

    –Tal es la victoria de la envidia disfrazada de moralidad.
    
Cristiano ha de ser como Snoopy encaramado en el tejado de su caseta (blanca): “¿Cómo se puede ser modesto cuando se es el mejor?”

Cristiano
Diox es grande

EL BARRIO A MUERTE
    En la velada del sábado en San Sebastián de los Reyes, el púgil Juan Antonio Fernández “Cristiano” lucía en el ring un calzón que resumía la “borrachera de puños” madridista en este instante de excitación: “Cristiano” “Diox existe” “El barrio a muerte”. Los culés piden la marcha de Mou con la misma excitación que los madridistas pedían la permanencia de Gaspart. En el pilón mediático, las pirañas de vientre rojo se visten de pez doctor o Garra Rufa para comerse los callos de los pies, pero lo que roen es la Presidencia.


El barrio a muerte