Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El seleccionador de fútbol Vicente del Bosque votó a José Guardiola para el título de mejor entrenador del año.
–¡Pero si don Vicente tiene una cara de bueno que no puede con ella!
En la socialdemocracia la bondad es un módulo de formación profesional.
Del Bosque es “ejpañol” (el machete juanramoniano de la “j”), es decir, un español que vota contra alguien, que en este caso es Mourinho, cosa que gusta en Cataluña, sede del poder de ese Combinado Autonómico que Luis Aragonés llamó “La Roja” y Markel Susaeta llama “La Cosa”.
Del Bosque, pues, tiene una visión sentimental del asunto catalán, y si rechaza la medalla del Real o vota contra Mourinho no es por hacerle la cusqui al Madrid, sino por no hacérsela al Barcelona, el “paradís” donde Xavi (“Xavi es más importante que yo”) le canta a Mas (“a más a más”) lo que en los 80 Alberto Comesaña ya le cantaba a su chica.
–Artur Más lo está haciendo muy bien.
Lo que tan bien hizo Mas según Xavi fue aquella pendonada independentista que emocionó a Spielberg y que tuvo como número espectacular el voto con cartulina verde de Pep en su zarza neoyorquina (“rubus ardens docuit me vincere”), donde el filósofo de Sampedor vive encaramado desde su derrota en el mano a mano con Mourinho.
–Los catalanes tienen derecho a defender su independencia –sentenció Del Bosque.
¿Por qué nos sosiega en el I marqués de Del Bosque lo que en el III conde de Godó nos alarma?
Por el colesterol.
Con sus campañas de lácteos contra el colesterol, asociamos a Del Bosque (como antes a Ramón Sánchez-Ocaña) con la salud: la gente hace corrillo para atender sus prescripciones.
–Eso sí lo ha dado España, ¿ves? –dijo una vez María Zambrano a Ullán–, el encanto de la flauta mágica.