Abc
Estamos donde estábamos (entre Cataluña y Portugal), pero en 1640.
En el taxi, unos tertulianos tocan la zambomba porque Mas ha perdido la independencia y Mourinho la Liga.
No estoy yo tan seguro de eso.
Lo de Portugal empezó a verlo mal Olivares cuando empezó a retrasarse el correo de Lisboa, y con ello, el lenguado que debían enviar al rey los portugueses para celebrar la vigilia de la Inmaculada.
Pero lo de Cataluña nunca lo vio perdido Olivares: era (es) una eterna querella entre los partidarios del huevo (Barcelona) y los partidarios del fuero (Madrid): “Esa gente de allí es sin duda dura, porque el gobierno dista tan poco de república que no sé si dista algo”…
–¡La independencia es un suicidio! –se santiguan los tenderos de la plaza Real.
Mas ya no se suicidará, y por lo mismo que Oscar Wilde.
Estaba Wilde viendo correr el agua acodado sobre el pretil del puente y sentía ansias de tirarse cuando vio a un pobre que estaba junto a él mirando las ondas también. “¿Qué? ¿Está usted desesperado?”, le
preguntó. Y él le contestó: “No, señor… Me encanta el ondulado… Yo soy peluquero.”
–Esa contestación me quitó coraje para suicidarme.
Es verdad que Llongueras va por ahí diciendo “Hem de cridar ben fort una nació, una selecció!” (Ein Reich, ein Volk, para que Merkel lo entienda), pero lo hace por estar en la onda.
Y la onda ya no es la de Mas.
Mas lo hizo “dabuten”, en opinión de Xavi, el cerebro de España, pero, una vez amortizado por falta de coraje, la misión de suicidarse la encomendará el “seny” de los Pujol a la “rauxa” de la Esquerra, que ya se tiró al río en la República.
Hay una fuerza disgregadora, se dijo entonces: la debilidad de España.
–Sólo cuando la casa se arruina los hermanos se dispersan.