Beau Geste, la novela de P. C. Wren, lectura obligada para los niños de mi época, aunque fuera en libros ilustrados, con narraciones aligeradas de letra respecto a las originales, se inicia en la versión cinematográfica de William A. Wellman con un enigma cuya resolución se explica a partir de entonces en un flash-back que acapara casi todo el metraje restante. Un fuerte custodiado por muertos en mitad de la nada del desierto, como ayer un destacamento de fantasmas protegía la meta de Iker. Narrar el partido de anoche es como desentrañar un misterio poco creíble, casi una paradoja: cómo es que el Real Madrid dejó escapar la Liga aun estando avisado de la catástrofe. Porque en estas películas siempre se advierte el desastre. Sólo los personajes que las pueblan, sus protagonistas, ignoran lo que les aguarda al final de la curva del tiempo. Un inmenso zafiro fue robado por otro y sin embargo es sobre nosotros sobre quien cae la sospecha. centinelas inmóviles en las almenas de las murallas, un enemigo que se esconde y desaparece cuando no lucha, que hasta se disfraza de amigo para poder frecuentar esta trinchera.
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