viernes, 16 de agosto de 2024

Única corrida de toros del verano en Madrid, una frailada con De Torres, Del Pilar y Duque. Las clásicas corridas de toros del verano funcionan. Pepe Campos

Rafael El Gallo con Grgorio Corrochano


PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas.

Jueves, 15 de agosto de 2024. Única corrida de toros del verano en Madrid respecto a la otrora —y finiquitada— temporada clásica. Un cuarto de entrada. Tarde agradable iniciada la senda estacional hacia el otoño.


Toros de José Enrique Fraile de Valdefresno, de procedencia Atanasio/Lisardo. Bien presentados. Buenas cornamentas destacando el corniveleto segundo. Cuatreños. Nobles. Flojos. A excepción del cuarto y del quinto —poco picados— sufrieron excesivo y pésimo castigo, éstos cumplieron en varas. En la muleta se dejaron y mansearon, con tendencia a rajarse al ser podidos. El primero, muy noble. El segundo, sin casta ni fuerza. El tercero, cuarto y quinto con acusada inclinación a mansear rajándose. El sexto, machacado en varas.


Terna: Adrián de Torres, de Linares (Jaén), de rosa palo y oro; silencio tras dos avisos y una oreja; doce años de alternativa; en 2023, nueve festejos. Gómez del Pilar, de Madrid, de verde hoja y oro, con cabos blancos; ovación tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso; once años de alternativa; en 2023, nueve festejos. Jesús Duque, de Requena (Valencia), de catafalco y azabache; vuelta al ruedo protestada y silencio; diez años de alternativa; en 2023, un festejo.


Suerte de varas. Picadores: Primer toro —Romualdo Almodóvar—, primera vara, trasera y caída, fuerte, con rajonazo final; segunda vara, trasera, muy caída, barrenando. Segundo toro —Vicente González—, primera, trasera con metisaca; segunda, trasera con metisaca, el toro sale suelto de ambas varas. Tercer toro —Juan Manuel Sangüesa—, primera, trasera y caída, tapando la salida, el toro pierde las manos; segunda, trasera, caída. Cuarto toro —Juan Francisco Peña—, la primera, trasera tras rectificar, corta, el toro sale a punta de capote; la segunda, picotazo trasero, el toro sale suelto. Quinto toro —Pepe Aguado—, la primera, trasera, el toro pierde las manos en la salida; segunda, picotazo trasero. Sexto toro —José Antonio Barroso—, la primera, trasera, larga, con metisaca, y el toro salió tambaleado; la segunda, trasera, rectificando, el toro pierde las manos al salir y queda inválido.



Un apartado fundamental del mundo de los toros es el de la crítica taurina. A lo largo del tiempo la manera de abordarla ha ido cambiando. Se podría decir que antaño se hacían reseñas, después aparecieron las crónicas y por último lo que se entiende por críticas. Con la crítica queda atrás la objetividad de la reseña y de la crónica, en la valoración de lo que sucedía en el ruedo en cada festejo, y aparece la subjetividad. Es decir, a partir de ese momento, el escritor taurino tenía que realizar un análisis y emitir un juicio. En esta evolución del relato taurino es fundamental la figura de Gregorio Corrochano que inventó el comentario —el escrito— de conjunto, y a partir de ahí se cimenta la importancia del crítico taurino y se focaliza su punto de vista. Entonces, ya nos encontramos con escritores que pondrán en acción o un criterio severo para analizar lo que se escenificaba en las lidias, en este caso, al servicio del lector, o bien con otros escritores o cronistas que disciernen con opiniones laxas, al servicio del taurinismo —a favor de obra, en beneficio de los profesionales del mundo del toro—. A los aficionados a los toros siempre les han interesado los críticos exigentes, que se ajustan a una verdad, que pretenden deslindar lo justo de lo injusto. Pero a los profesionales taurinos, en general, —matadores de toros y de novillos, banderilleros, picadores, apoderados, ganaderos—, no les ha cautivado que existan escritores taurinos que quieran contar con exactitud —bajo su criterio, y pensando en el aficionado— lo que se ve en las plazas de toros. Incluso, cuando éste escritor ha existido se le ha señalado, desde el ámbito de esos profesionales, como un desconocedor o un ignorante de la verdadera esencia del arte de los toros. Quiere decirse que el crítico que es riguroso va a ser acusado —por el profesional y el interesado que está en sus cercanías— de falta de conocimientos. Vulgarmente se ha dicho de este tipo de escritor taurino: que no tiene n. p. i. De esta manera los taurinos se quedan tan anchos y se muestran orgullosos de ser los únicos poseedores de todo tipo de sabidurías. En los últimos tiempos hubo un crítico, gran escritor, áspero en sus juicios, con enorme sentido del humor, que fue etiquetado como sumo desconocedor de todo lo relacionado con las lidias de toros bravos. Hablamos de Joaquín Vidal. Para los taurinos Vidal no tenía n. p. i. Curiosamente para muchos aficionados era el escritor cabal que contaba —cierto, que con su punto de vista— la verdad de lo que sucedía en las lidias y valoraba a los toreros y a las ganaderías según sus valías y merecimientos.


Luis Fernández Salcedo cuenta en su libro Charlas taurinas (1947), que en los años cuarenta los críticos habían abandonado el criterio de la severidad y daban la razón a los públicos. Eran críticos éstos que no se molestaban en contradecir a los nuevos aficionados que habían llegado en aluvión a las plazas de toros y festejaban con orejas y más orejas las faenas de los matadores de aquellos tiempos. Según Fernández Salcedo el verdadero crítico tenía como misión la de regañar, la de llevar la contraria al aficionado si el triunfo de los toreros no era auténtico y si la presentación de los toros no se ajustaba a unos mínimos de autenticidad exigibles. En aquella época se coló el afeitado de los toros, el toro utrero, el toro chico, la inexistencia de la suerte de varas, el toreo de perfil, las faenas de pases como único motivo y el exceso en los adornos o florituras. Al poco, hubo un matador de toros muy querido en la plaza de Las Ventas que denunció el afeitado de los toros —no hace falta dar el nombre, sí apuntar que en su toreo se reflejaba el canon de la lidia y él pedía toros en puntas—. Además, un excelso matador de toros dio una conferencia en El Ateneo de Madrid explicando que no es lo mismo torear —bajo los patrones clásicos— que dar pases. Al mismo tiempo, también, llegó al toreo un matador que restauró el principio de cargar la suerte —Antonio Ordóñez—. Por añadidura, apareció un grupo de aficionados, una peña, cuyos componentes querían que se recuperara la ética en el mundo de los toros —Los de José y Juan—. Andando los años tuvimos a Joaquín Vidal. Han pasado ya unos años de la desaparición de este crítico y de la existencia de un ambiente de exigencia que rodee la manera de contar y valorar lo que acontece en las plazas de toros. Hoy, se puede decir que la crítica taurina está desaparecida. Es un apéndice del negocio que envuelve al toreo. Los críticos taurinos, en su mayoría, lo que hacen es magnificar lo que realizan casi todos los matadores de toros en todas sus corridas. Más a favor de ellos, si estos toreros son los denominados «figuras del toreo». Ahí, la acabose. Pues, todos son excelsos maestros y no se les señala las ventajas del toreo que usualmente practican, ni se les regaña por torear toros afeitados —ahora en los círculos extra taurinos se habla de toros con bolitas, una sofisticación del fraude y de la agresión al que es sometido el toro—. Etc. En este sentido, recordemos que el domingo pasado se lidió una novillada cuyos ejemplares lucieron pitones en puntas, sin bolitas. Esos novillos poseían cabezas bien arboladas, tanto que deparó que los novilleros estuvieran más pendientes de ese acabado natural que lo que tenían que hacer en la lidia. Algún crítico se llevó las manos a la cabeza porque pensaba que esa presentación de la novillada de Sánchez-Rico era «excesiva». Es un simple ejemplo sobre cómo está la crítica en la actualidad. Éste, suele ser un tipo de cronista que cuando los toros salen desmochados, digamos, no les parece que sea un problema; ni cuando uno de esos maestros o figuras del toreo, esconden la pierna de salida al dar los pases, sino que —al revés— les valoran que están ligando los muletazos. En fin, en definitiva, hogaño ningún aficionado íntegro lee la crítica taurina de los medios generalistas, y tienen que acudir a consultar determinados blogs donde piensan existen críticos/aficionados no profesionales que dedican un tiempo a contar con su verdad aquello que han visto en los festejos a los que han acudido pagándose su entrada.




Vayamos a lo sucedido ayer en Las Ventas. Pudimos asistir al mejor festejo del verano, con toros —no tan del gusto de la afición de Madrid, por eso de ser atanasios/lisardos— que cumplieron, en corrida fuera de las ferias, y con toreros que tuvieron —y pudieron aprovechar— una oportunidad que no poseen por quedar, siempre, al margen del encaje de los carteles de los festejos con toros que se dan en las fiestas de España. Fue una corrida del gusto del aficionado de Madrid y alejada de los intereses de los empresarios de la plaza de Las Ventas, que están de lleno en la labor de separar en el tiempo —mediante un vaciado de festejos— la Feria de San Isidro y la Feria de Otoño, con todo lo que ello representa y sabemos. Ayer tarde, confirmó la alternativa el matador de toros Jesús Duque que habrá estado en el dique seco durante muchos años y ayer se le ofreció esa ceremonia de la confirmación. En el toro del postgraduado, primero del festejo, muy castigado en varas, colaborador, en la faena de muleta intentó llevarlo, acompañarlo, tras haberlo recibido en los medios con pases por la espalda, en la fase fundamental de su labor, tras cambiarle los terrenos al animal, en algún lance quiso estar firme pero sin lograr el acoplamiento, toreó abriendo el compás y despegado, algún enganchón; cerró con trincherillas y doblones de rodilla en tierra que no alcanzaron eco. Mató en la suerte contraria de una estocada algo tendida, el toro se levantó al ser apuntillado en varias ocasiones, por no hacerse la suerte por detrás. En el sexto, Duque dejó que su picador José Antonio Barroso acabara con su pica con el toro en dos varas asesinas. Lógicamente no pudo torear a ese animal, que se echó, tras recibir un pinchazo en la suerte contraria, para ser apuntillado.



Adrián de Torres dio una buena tarde de toros. Con el capote en su primero destacó en una media verónica al poner al toro en suerte, acompasada. El toro —bello ejemplar— sufrió el metisaca de su picador en varas y quedó medio inutilizado, que unido a su falta de casta, le llevó a mantener un trote «destartalado», por falta de fuerzas y de acometividad. La lidia fue de enfermero. Sin atosigar al toro. Muletazos de uno en uno. De Torres exhibió suavidad en sus lances. Un sentido del temple. Una condición que no suelen poseer muchos toreros. Se entretuvo mucho en la faena —uno de los males que asola a la fiesta de los toros actual— y esto le llevó a no verle la muerte al toro y propinarle cuatro pinchazos en la suerte contraria, más cinco descabellos y a punto estuvo de írsele el toro a los corrales. En el cuarto de la tarde es cuando De Torres regaló a los aficionados asistentes pases de enorme cadencia y naturalidad, una buena verónica en los lances de recibo, en las dos primeras tandas toreó en paralelo debido a la propensión del toro de irse hacia tablas, le dio sitio y aire y toreó muy despacio, cuando el toro se iba a rajar en terrenos del nueve, el matador le cambió éstos llevándoselo al ocho, allí, de nuevo con la diestra consiguió pases largos y suaves. Al natural el toro no fue el mismo. Finalmente, al ser podido el astado se rajó, no resistió y aquello se deshilvanó un poco. Mató de una estocada en la suerte contraria dejándose ver.




Gómez del Pilar, estuvo muy decidido toda la tarde y en distintas fases toreó con canon, ajuste, templanza y verdad. A su primer toro le inició la faena por bajo con suavidad. Después alternó el toreo bueno, con redondos largos, suaves y curvos, con otro toreo más desigual tras cambiar el toro en el toreo al natural. Aquí las embestidas fueron cambiantes y el toreo de Del Pilar no salió limpio, el toro iba por un lado y el torero por otro. En los ayudados finales el toro se desentendió. Se demoró la entrada a matar por no cuadrarse el toro. Lo mató en la suerte contraria de una estocada caída, de la que dobló con suspense. En el quinto de la tarde Del Pilar comenzó su faena de muleta de rodillas en los medios, con vibrantes y acompasados muletazos. De pie abrió mucho el compás. Dos tandas de redondos salieron templadas, con muletazos curvos. Al natural tras un buen pase con contenido y exigente, el toro se rajó. El astado se fue desinhibiendo para irse hacia las tablas en el tendido del siete. Hacia afuera los muletazos le salieron buenos, hacia adentro el toro se salía de la suerte. No remató bien la faena. Faltó este colofón y la solución que buscó el torero fue recurrir a las manoletinas que no pegaban con lo anterior. Mató en la suerte contraria tras un pinchazo caído y una estocada entre el rincón y la cruz. El presidente no concedió la oreja que no fue pedida por la mayoría. Del Pilar dio una vuelta al ruedo.


Para los dos próximos domingos Plaza 1 tiene programados dos festejos de rejones que no agradan al aficionado, ni ayudan a que se cree un ambiente favorable al hecho de ir a Las Ventas. La empresa está en lo suyo.