Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Dos perlas que nos deja Curtis Yarvin al hilo de lo que pasa en América: una predicción de Carlyle sobre los estadounidenses, que descubrirían que su país es simplemente otro país, y una iluminación de Anaïs Nin para el intento de ser monárquicos: “Y llegó el día en que el riesgo de permanecer apretado en un capullo era más doloroso que el riesgo de florecer”.
Del capullo de la “democracia representativa”, invento involuntario de Hamilton, Madison y Jay, ha florecido, bajo los focos led de Clinton, Soros y Obama, una “democracia iliberal” que es la vieja patocracia soviética amenizada por Polansky y el Ardor con su “¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS? /¿Qué harías tú? /¡No sé!”, mientras las comadrejas del Deep State se aplican con la “Science des Princes, ou Considérations politiques sur les coups-d’état”, de Naudé. Sólo se sabe que al Presidente del país que invade países en nombre de la Democracia “lo dimitieron” por carta en Twitter, y hoy sigue siendo un secreto de Estado el nombre de quien esté al mando.
Lo dijo Vivek Ramaswamy, el más vivo de los candidatos presidenciales (el más honrado sería Robert F. Kennedy Jr.): “No enfrentamos a un hombre, sino a una máquina”. Una máquina que retuerce elecciones, encarcela opositores, tirotea a candidatos, tritura las primarias (Kamala Harris nunca ganó unas primarias, pero batirá el récord de votos en las presidenciales que ya cocinan los medios)...
Cuando oyen “máquina demócrata”, a los intelectuales liberalios les sucede lo que al cartesiano Bernard Le Bovier de Fontenelle al leer el “Tratado del hombre”, que sufrió una taquicardia y tuvo que acostarse. En ese tratado desarrolla Descartes la teoría de que los animales son máquinas, relojes delicados, carentes de yo. Schopenhauer refutó esta idea con un ejemplo práctico (como hiciera Samuel Johnson, que pateó una piedra, con la negación de la materia por parte del obispo Berkeley): “Si un cartesiano se encontrase entre las garras de un tigre, se percataría con la mayor claridad de qué nítida distinción establece aquél entre yo y no-yo.” Pero Fontenelle, sobrino de Corneille, era insensato de una insensatez liberalia, y resume su ideología en una anécdota famosa: de visita en casa de Malebranche, apareció en la estancia una perrita preñada y el padre del ocasionalismo ordenó que la echasen a palos, para que no molestase. Los quejidos del pobre animal impresionaron a los presentes, pero el anfitrión los tranquilizó con una consigna cartesiana:
–No importa. ¡Es una máquina, es una máquina!
Como la “máquina demócrata” que denuncia Ramaswamy, y que pone el botón nuclear en manos de la mejor cabeza de la patocracia yanqui, la señora Harris: “Hoy es hoy, y ayer fue hoy para nosotros, pero ayer y mañana será para nosotros hoy, pero mañana. Así que vive hoy de tal manera que el futuro hoy sea para ti como el hoy de ayer sólo que mañana…” Una máquina.
Viernes, 26 de Julio