Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Se dice que Xi Jinping reniega de la lucha de clases, y con ello le pega al marxismo una patada en el culo, lo que significa que Ayuso (“comunismo o libertad”, Dios nos asista) ya no tendrá que retirar de la Puerta del Sol al Vinipú (Winnie the Pooh) que con su disfraz se gana por allí la vida como autónomo del toque a los turistas, como hizo Carmena cuando en el 18 nos visitó el líder chino, que rechaza su parecido con el oso de la Disney. El señor Xi es el Nuevo Liberalio, amo y señor de un liberalismo que sancionó en Davos la dieta oficial universal para 2030 (¡de los eunucos felices del prozac a los eunucos felices de la Agenda 2030!): forraje de siete vegetales a base de algas, champiñones, espinacas, fonio (digitaria exilis), lentejas, moringa oleifera y okra o quimbombó.
El señor Xi, que es soberano, ha hecho libremente lo mismo que obligadamente (órdenes alemanas) hizo en el 79 nuestro Gonzalón con su cantinflada (“¡soy socialista antes que marxista!”), inspirada en otra cantinflada, “¡soy socialista a fuer de liberal!”, pronunciada por Indalecio Prieto tras meterse al cinto un cochinillo de Casa Botín.
Hacia el 52, Voegelin (“La nueva ciencia de la política”) veía, a pesar de los clichés liberales dominantes en el debate público, que no debería negarse la consistencia inmanente de la transición del liberalismo al comunismo; si el liberalismo se entiende como la salvación inmanente del hombre y de la sociedad, “sin duda el comunismo es su manifestación más radical”:
–Es una evolución que ya anticipó la fe de John Stuart Mill en el advenimiento del comunismo para la humanidad.
Y ahora el señor Xi completa el círculo regresando del comunismo al liberalismo, contra la idea de irreversibilidad de Kruchev (las áreas no comunistas pueden convertirse en comunistas, pero no al revés), que pensaba, como se sabe, con el zapato. Tenemos, pues, que el liberalismo económico es una teoría en cualquier caso discutible. Pero el liberalismo político es un círculo vicioso, más peligroso por circular que por vicioso, como vemos hoy en Inglaterra (en lenguaje de Todd: del protestante activo del primer liberalismo al protestante zombi del Estado de bienestar al protestante cero del neoliberalismo thatcheriano al zombi antiprotestante de la patocracia de Starmer), cuna, por cierto, esta Inglaterra, de John Stuart Mill, cuyo padre, escocés, dejó escrito el programa liberalio que ha triunfado:
–El negocio delgobierno es, y debe ser, el negocio de los ricos, que lo obtendrán por lasbuenas o por las malas.
Al liberalismo político le salieron dos hijos calaveras, el fascismo pequeñoburgués y un comunismo de los de piolet en astillero, cheka antigua, proletario flaco y “apparátchik”corredor, cuyo nieto adulterino, e incestuoso, es este wokismo que nos arrastra al holocausto nuclear, fantasía liberalia que viene de la idea de Lenin según la cual la guerra es el preludio de la paz, pues “ese tipo negro que designé en Defensa” (Biden en BET) nos protege con la Cúpula de Hierro, y eso.
[Martes, 20 de Agosto]