Francisco Javier Gómez Izquierdo
Una interna de una prisión andaluza escribe una instancia al señor administrador, que es el encargado del vestuario y mobiliario del establecimiento: "señol aministadol, pido Pol favol me cambien el espejo de mi celda polque me veo mu gorda".
El señor administrador da la instancia a los funcionarios de Mantenimiento al tiempo que vigila que una copia de la misma llega al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria dando conformidad a las órdenes del señor ministro de Interior que no soporta la falta de diligencia debida en el funcionario de prisiones.
Don Marlaska, celoso protector de infinitud de patochadas, acaba de perpetrar, no se sabe si por ignorancia o a sabiendas (tampoco sabemos cuál de las dos posibilidades es la más indigna), una de las mayores humillaciones que servidor, convencido servidor del Estado y sujeto a ese imperio de la ley que llena la boca de tanto canalla y tanto rufián, haya soportado.
Lo peor, con ser terrorífico, no son los comederos y piensos exclusivos para racistas que no saben en su ignorancia que lo son, enajenados del procomún por los cómplices colocados en el Gobierno. Lo más triste y vergonzoso es este continuo tomarte por tonto... Y al final van a tener razón.
No en vano, dicen que Don Marlaska, además de jefe de policías, sigue siendo juez, doble titulación que requiere supuestamente muy aguzada listeza.
Servidor siempre había creído que los jueces se encargan de proteger a los ciudadanos de los abusos de los delincuentes, por lo que ante el indecente chirigoteo de ayer en Barcelona capital, no cabe sorpresa ante las vejaciones que aún restan por llegar.