viernes, 20 de diciembre de 2019

Veleidoso VAR






Francisco Javier Gómez Izquierdo

       No me gusta el VAR. No me ha gustado desde el principio. Desde que lo vi funcionar en la Bundesliga y en un partido del Bayern, estando un servidor en Barbate, un árbitro la lió parda expulsando a un jugador de no me acuerdo qué equipo por haber hecho una entrada corriente a James Rodríguez. Al rato, más de cinco minutos, mandó que regresara al césped tras revisar el VAR. El tío estaba en el ducha. “¿Véis cómo “afuera” de Barbate también pasan cosas raras?” apostilló “el Lupi” en el Europa, que es donde van los alemanes a ver el fútbol. A De Blasis lo reconocí cuando lo fichó el Éibar por ser el jugador que tiró un penalty, después de que el árbitro pitara el final de la primera parte y de camino a los vestuarios le avisaran de una jugada susceptible de ser sancionada. El colegiado, en tiempo de descanso, miró el monitor y ordenó regresar a los veintidós jugadores con la, en principio, desobediencia del equipo perjudicado, para que el argentino lanzara un penalty que había pasado desapercibido.

     Me dicen que se han corregido muchos errores graves de los árbitros como goles en fuera de juego o penaltys señalados o no vistos  y puede que tengan cierta razón los valedores de la novedad cuando esgrimen este argumento, pero es que yo creo que el error arbitral generaba una polémica que daba alimento y vida al fútbol y no había infalibilidad admitida, se pusieran el As, Marca, Sport y Mundo Deportivo como se pusieran. Ahora es peor, porque ahora que se entiende que el VAR no se equivoca en las áreas, el ojo técnico de imparcial justicia parece mirar para otro lado en mas ocasiones de las soportables con la correspondiente indignación de los discriminados por la supuesta imparcialidad. Antes, los malos tenían nombre y apellidos, pero el aficionado en el fondo sabía que los trencillas un día te dan y otro te quitan. La gente del fútbol entendía la dificultad del arbitraje y solía disculpar los errores, que se quedaban en eso: en errores considerados por lo general sin mala intención. La mala intención la insinuaban de continuo los periodistas de Madrid y Barcelona, que siempre han querido todo para ellos -los periodistas y los clubes- con un egoísmo estomagante.

      Son muchos los partidos en los que el VAR no ha querido saber nada de infracciones evidentes en las áreas. Increíble el penalty por culpable brazazo de Cucurella ignorado ante el Valencia o el pitado contra el Leganés ante el Levante por una infracción claramente fuera del área. En el fútbol de antes del VAR estas y otras trescientas situaciones se hubieran despachado con un no lo ha visto o es muy difícil verlo. ¿Y que fue de aquella norma de ante la duda en el fuera de juego dar gol que todos aceptábamos con un “ha sido por centímetros, es lógica la equivocación”?

      De todos modos el  auténtico examen del arbitraje moderno viene cuando toca pitar un Barça-Madrid, y en menor medida el Atleti con los dos. Ahí, la maldad de los árbitros se suponía y al acabar el partido, el equipo perdedor argumentaba conforme al perjuicio y ¡cómo no!, al prejuicio pero la novedosa maldad de un aparato escapa a la comprensión general y es entonces cuando entran “motivos” que se nos escapan. ¿Por qué el miércoles el VAR no avisó al señor Hernández cuando la camiseta de Varane pareció chicle estirado por Rakitic? Lo aclara don Velasco Carballo que es el que más sabe del asunto: “El VAR sólo comprueba lo que el árbitro ha decidido mal. No se trata de ver las imágenes con la intención de tomar la decisión correcta”¿?. Nuestro mejor intérprete del VAR -el que lo explica a los interesados, vamos- dijo esto después de haber visto yo volver a dos equipos alemanes en el descanso para que De Blasis, hoy jugador del Éibar, lanzara un penalty que el árbitro no había decidido ni bien ni mal. El VAR le dijo más o menos: “Oye, Fulano, en la última jugada hay una mano”.  Si el chivatazo al colegiado fuera rápido, como el de un juez de línea, y  decidiera en lo complicado tras ser advertido y no antes, podría pensar en inclinarme por la tecnología, pero ¡ay! para mí que en el VAR intervienen factores que nada tienen que ver con el fútbol, y me estoy refiriendo por ejemplo al miedo insuperable, tan disculpable en las personas como pernicioso para ejercer la justicia.