Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El cambio de humor del Régimen revela su quebrantada salud, con la Prensa como aquella pemaniana criadita de Jerez que informaba, a voces, de galería a zaguán, de la evolución de su señorito:
–Ayer mejoró bastante al mediodía. Luego pasó la tarde sin fiebre. A las nueve y pico volvió un poco la disnea. Luego se volvió a acostar. A las diez durmió un rato con mucho reposo… Y a las once, se murió.
Es lo que va de 1978 a 2019. Las risas del 78 eran florecillas del Consenso (Pepe García ganó el Mingote por su foto de Fraga y Carrillo mondándose de risa juntos en el Club Siglo XXI); las de este 19, ay, se toman por señales de mus que carga el diablo populista (las risas de Espinosa y Pablemos en el copetín de la Constitución en las Cortes). El 78, tan parecido al Directorio, ha acabado en una mesa, que no es la mesa de Barras que describe Dumas:
–La puerta del comedor se abría y los invitados veían avanzar el sillón de ruedas de Barras. La comida era suculenta; el servicio, magnífico; el anfitrión se contentaba con el jugo de una descomunal pierna poco hecha, que retiraban, luego que Barras exprimía dicho jugo en su plato, y lo sorbía, no sin antes migar pan.
En Barras, gran contador de anécdotas (cómo se cargó a Robespierre, por ejemplo), se mezclaba la “altivez fastuosa del aristócrata, el amable cinismo del libertino y la altanera sencillez del jacobino”, nada de lo cual hallaremos en la Mesa del Conflicto Catalán donde ha terminado el 78, como no sea en Adriana Lastra y su nido de golondrina constitucionalista:
–España es un reino, ¿no? Y Asturias es un principado, ¿no? Son gobiernos distintos, ¿no? Y se llevan bien, ¿no? ¡Pues lo mismo!
Ya lo advirtió el ideólogo alemán del Régimen que con tanto trabajo nos dimos todos:
–En el Estado de Partidos el Parlamento pierde su carácter originario y se convierte en el lugar en que se reúnen los comisionados de los partidos para registrar decisiones tomadas en otro lugar.
En la Mesa del Conflicto Catalán.