Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No hay un españolejo que no se haya marcado un Lucas (Lucas 18,9, el fariseo y el publicano) a cuenta de Ortega Smith y la mujer de la silla.
–El ‘Rambo’ de Vox que no miraba a los ojos a una mujer –tituló el periódico de las elites, con una gazmoñería, aunque esto no lo sepa el redactor, entre Mussolini y el conde de Mordano, Dino Grandi, para quienes la principal belleza del fascista, decían, es el amor.
¿Se puede ser más cursi? Se puede. Un poeta Loewe de este Siglo de Oro frio un torrezno kantiano para acusar a Ortega Smith de… “armar sintagmas perversos”:
–El sujeto no miró a los ojos de la mujer, que sólo reclamaba un minuto de su mirada.
–¡Cobarde! –ha rematado Marlasca, ministro del Interior, impostando el cómico reto de Paquita la del Barrio.
La cursilería no es una corrupción del pobre, como postuló Ortega en el 29. Un ministro, un poeta y un periodista la emplean hoy no por pobreza, sino por afán de imitación: imitan a la clase superior, la de sus jefes, que a eso se reduce lo cursi, y confunden el “Magníficat”, donde Dios (Lucas 1, 48) mira a la Virgen María, con un escrache en el Ayuntamiento, por no decir trampa saducea, en la terminología que Torcuato Fernández Miranda empleó para explicar el asociacionismo de los 70.
–No dije trampa farisaica por que no se sintiese hipócrita ningún procurador. Como los saduceos son más desconocidos, la llamé saducea. Pero es lo mismo. Y cuando te tienden una, ¿cómo actuar? Cristo pidió la moneda, miró la efigie y contestó más ambiguamente que yo, pues después de veinte siglos nadie sabe bien qué quiere decir dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Mirar o no mirar: he ahí la cuestión. No mirar es “mutismo hostil”. Mirar, “satisfacción sádica”, pues el ojo es el símbolo… del pene, un arma sádica, dice Freud. Otto Fenichel, marxista, estudia la escopofilia y concluye que mirar procura placer sexual. El ojo mira, imagina y devora. Si Ortega Smith hizo el burro, sólo Buridán lo sabe.