domingo, 1 de diciembre de 2019

Zapatero


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La última vez que Carlos Monsiváis pasó por España, nos dejó dicha una cosa que tenía bastante sentido: todos los políticos de Méjico tratan de ser personajes de culebrón, ese género de TV cuyo lenguaje está bien vigilado y acotado: «Apenas quinientas palabras.» Bien mirado, tampoco hacen falta más para moverse hoy por el mundo. Y cuando Fox triunfó en Méjico, Monsiváis era el único intelectual mejicano que había anticipado —y comprendido— el fenómeno: nadie sabe qué ideas tiene ese Fox, pero todos sabemos que tiene un rancho.

A lo mejor sólo es una aprensión, pero puede que aquí también les dé a los políticos por montárselo de personajes, no de culebrón, sino de «Gran Hermano», cuyo lenguaje, como hemos visto, aún está más vigilado y acotado que el del culebrón. De momento, ahí tenemos a Zapatero, cuya historia, por lo que se oye y se lee, parece sacada de alguno de aquellos cuentos que Rafael el Gallo solía hacer en la tertulia de Cañabate. Contaba una tarde el Gallo que él era muy amigo del señor obispo de Madrid: «Un día viene a verme uno de parte del obispo, a pedirme una corría. "Pero, ¿usté es torero?" "Yo, no, señor; yo soy zapatero, pero quiero ser picaor; creo que sirvo para eso, y me he ido a ver al señor obispo, que sé que es amigo de usté, me he arrodillado ante él, y le he dicho: Déme Su Ilustrísima un recao pa el Gallo, y que me saque de picaor en una corría... y aquí estoy, a ver si usted lo hace." Yo, claro, tratándose del obispo, pues, ¡qué iba, a hacer! Le di la corría, una corría de Miura, una moza, trescientos ochenta y dos pitones. Salió la corría de toros, bravísima; en cuanto veían un caballo, se iban pa él como un rayo, y ¡zas!, el picaor a la enfermería y el jaco al desolladero. La gente venga a pedir: "¡Caballos! ¡Caballos!" El recomendado del señor obispo estaba escondido en la cuadra; el contratista de caballos andaba loco buscándole; por fin, lo encuentra y le dice: "Pero, ¿qué hace usted ahí, hombre dé Dios? ¿No oye usted que están pidiendo picaores?" Y entonces él contesta: "¡Y a mí qué! ¡Mientras no pidan zapateros, que es mi oficio!"».

En la vida no hay ninguna respuesta general a la cuestión de lo que constituye una vida con sentido. Pero la política es otra cosa, y a muchas personas las excita el sentimiento de estar involucradas en una empresa grandiosa, incluso aunque no tengan ninguna responsabilidad por su dirección. ¿Acaso el gozo del ciempiés no es la encrucijada? Pues en la encrucijada felipista se ve que el que ha llevado el gozo al ciempiés socialista se llama —otro triunfo del nominalismo— Zapatero.

«Hay que volver a Tales de Mileto», decía el otro día Constantino Romero en su concurso de TV. Claro que, al lado del de Mercedes Milá, que triunfa mirando por encima de las tapias, el concurso de Constantino Romero, que triunfa mirando por encima de las gafas, no lo ve nadie, y la gente, que no sabe quién fue Tales de Mileto, prefiere identificarse con Zapatero, que tiene un aire entre Enrique Ponce y Landelino Lavilla, dos triunfadores tranquilos, que son los de moda, como el alcalde de Madrid, que dice que el objeto de la política municipal es «la persona», o como Zapatero, que dice que el objeto de la política socialista es «el ciudadano». Es una cuestión de halago. «Es literatura... ¡y lo entiendo!», se dice el lector de Gala. «Es política... ¡y lo entiendo!», se dice el elector de Zapatero, cuyo único compromiso político consiste en «la incorporación de todos los ciudadanos al mundo de la información».

Dice Aristóteles en su «Política» que cada cosa tiene dos usos, uno propio y otro impropio. «Unos zapatos pueden usarse, lo cual es su uso propio, o cambiarse, lo cual es su uso impropio.» El uso que nuestro Zapatero hace del mundo de la información es impropio de un compromiso político, pues no compromete a nada, salvo al uso de apenas quinientas palabras, aunque no se sepa qué significan, porque, a todo esto, ¿qué significa «sinergia», que no se les cae de la boca?

El Gallo

«Es literatura... ¡y lo entiendo!», se dice el lector de Gala. «Es política... ¡y lo entiendo!», se dice el elector de Zapatero, cuyo único compromiso político consiste en «la incorporación de todos los ciudadanos al mundo de la información»