martes, 24 de septiembre de 2019

El lector

Luca de Tena, por Xaudaró


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El “paper” de las elites dicta cada día un capítulo del librillo verde del Nuevo Costumbrismo.
   
 –En el momento de evacuar, uno no debe ponerse en cuclillas frente al sol o la luna, a menos que tenga cubiertos los genitales… –prescribía el Librillo Verde de Jomeini publicado en Nueva York en 1980.
    
El periodismo costumbrista es siempre señal de ausencia de pensamiento. Cuando don Torcuato Luca de Tena, creador de ABC, llegó a Madrid, la prensa era puro costumbrismo. Político (el peor), pero costumbrismo. Le llevó quince años (¡una generación cultural!) modelar un lector, “el lector de ABC” (persona culta y de mundo), a base de extremar la exigencia intelectual, con Azorín de tábano de Io, poniendo toda la carga en la manifestación suprema de la cultura española: el idioma. Para escribir en su periódico, Luca de Tena sólo pedía saber escribir español, pues así como la palabra de la Escritura crece con el lector (San Gregorio), el lector debía crecer con la palabra de su periódico.

    –No se había dado, y eso es lo que hizo ABC, literatura, digamos, sin qué ni para qué, que se convirtiera en cosa del día, palpitante y atractiva –explicaría Azorín, protagonista de “esta gesta”.
    
“El lector de ABC” estaba por encima del monarquismo o el republicanismo del momento. “Tengo entendido –le dijeron un día a Luca de Tena– que el Rey piensa de otra manera que usted…”, y respondió:
    
¡Ah! Es que yo soy monárquico con mi criterio, no con el criterio del Rey.
    
Con “el lector de ABC” ya criado, vino Ortega a vender su costumbrismo intelectual y republicanote: “Esa España mejor no nos puede caer de la luna, ni siquiera de ‘El Sol’. Es menester que cada español se resuelva a elevar su inteligencia”:

    –Todo español está obligado a ser mañana más inteligente que hoy. Tenemos que dar a nuestras ideas dimensiones de mundanalidad. Cuando España fue, fue una España mundial: fue la inventora de lo mundial.
    
En lo suyo, una máxima de don Torcuato fue: “Si ves venir hacia ti un toro y un tonto, ¡vete al toro!”