domingo, 2 de junio de 2019

San Isidro'19. En la Feria de Curro Díaz, Ferrera pone una caseta (y Zalduendo, el flamenquito)

Crónica de José Ramón Márquez


Perfecto sólo es Dios
Fernando Domecq

Ferrera y la gallina (que cantó después de asada)

  
José Ramón Márquez

Vamos a hablar de Antonio Ferrera, que hoy ha emergido en Las Ventas a robarle la cartera a Curro Díaz en su propio negociado, y luego si acaso ya damos cuatro brochazos sobre lo demás, porque lo que hoy ha dejado el extremeño nacido en Ibiza va a dar para echar unas cuantas parrafadas, y lo siento por la cantidad de buenos aficionados que hoy no han ocupado sus asientos y se han perdido su actuación, pero no les censuro, porque la propuesta del día de hoy: Zalduendos para Ferrera, Curro Díaz y Luis David era más bien una invitación a buscar cualquier excusa como para no acercarse a Las Ventas. Luego pasa lo que pasa, que esto no es una ciencia y, por fortuna, las expectativas no se cumplen y lo que en principio era una tarde de echar la tarde al aire libre, se acabó convirtiendo en una inolvidable tarde de toros, una zambullida en la locura que Ferrera ha traído a la Plaza en dos actuaciones de muy distinto signo, igualadas por la marca al agua de su personalidad arrebatada. Antes de entrar en harina diremos que, en su actitud, en su convencimiento, en su soledad, Antonio Ferrera nos ha traído el recuerdo del primer Paco Ojeda, no en sus modos ni su estilo, sino en su actitud, su aire y su porte.

El primer toro de la tarde, Bonito, número 2, es uno de los toros más tontos que hemos visto en nuestra vida, vaya eso por delante. Su franciscana bondad, sus incesantes ganas de embestir canónicamente, su disposición a bajar la cabeza, a acudir presto al cite, a no apercibirse de que manejando la franela podía haber alguien, hacen de él la versión en toro del coche ese de Google que te lleva a La Coruña sin conductor. Y bien es verdad que casi a diario, vemos algún toro de similares características que se va al desolladero sin que la bondad de sus condiciones haya sido aprovechada, o sea que la primera nota a favor de Ferrera en su primero es que consiguió acoplar su propuesta a las condiciones del toro y mantener el interés durante toda su faena, sin que en ningún momento el afán colaboracionista del toro llegase a estar por encima de él. La primera puntada con buen hilo la da Ferrera al colocar al toro bellamente a la primera vara con una sola e inspirada larga y luego otra, al quitar al toro de la segunda vara, pleno de torería añeja, con una especie de galleo de gaoneras hechas a base de muñecas. En banderillas da la impresión de que el toro tira hacia tablas y anda distraído, especialmente en el par que le pone Fernándo Sánchez. A continuación, Ferrera, de verde esmeralda y oro, se va a los medios, y arrodillándose sobre la rodilla derecha, se persigna, eleva su montera al cielo, la deja cuidadosamente en el suelo, se levanta, se coloca la muleta sobre el hombro izquierdo y parte hacia el toro. Se deshace del estoque simulado, que ya no volverá a utilizar en toda la faena,  y en los medios principia su labor por naturales en los que se ve de manera perfecta la condición del toro. Ferrera aprovecha todas las embestidas, tira de él en un conato de parón y lo guía a su conveniencia, luego hace un cambio de mano y finaliza la serie con un pase por alto. Ya ha dado el toque de atención. Luego sigue su obra con la derecha guiando las embestidas del toro a su voluntad, sin forzar la cosa, más bien por afuera y despegadillo, pero como se produce la ligazón, la cosa va tomando cuerpo. Tras un largo paseo de corte introspectivo vuelve a citar a Bonito, y le da una serie de naturales de más intensidad que las anteriores, pero el toro va casi siempre despegadillo, guiado por el pico, más que por la bamba de la muleta. El trasteo funciona de manera perfecta en lo estético y la elegante personalidad de lo que Ferrera está proponiendo aflora imparable, pero su labor adolece de la hondura, que proviene de la colocación. Luego se echa de nuevo la muleta al hombro y se va a por el estoque. Se perfila a unos diez o doce metros del toro, dándole la querencia a chiqueros y, con esa sorprendente colocación, le cita a recibir. El toro acude al paso, sin acelerarse y Ferrera, impasible, le deja una estocada entera desprendida ante la estupefacción de todos los que estábamos en la Plaza. Ferrera ha dejado a Las Ventas en estado de shock con su proposición y muchos le piden las dos orejas, que el Presidente don Rafael Ruiz de Medina Olmedo, con magnífico criterio, no concede. Ferrera da dos vueltas al ruedo. Sobre lo dicho anteriormente hay que anotar, además, un par de cosas: la primera es la manera en que el torero ensambla la faena como una unidad, con un plan y con el conocimiento de cómo llevarlo a cabo, la segunda es la condición excesivamente estúpida del animal, con lo que no llega al tendido la sensación de riesgo, como si estuviésemos viéndole con las vacas.

Tras la demostración llevada a cabo en el primero, la expectación es máxima cuando se abre la puerta de chiqueros y asoma Cítaro, número 129, cuarto de la tarde. Ferrera se ha ido del burladero del 9 y se ha colocado en el del 6 y desde ahí sale a comenzar su labor. Ahora lleva la muleta montada con la ayuda cuando comienza su labor por derechazos, pero el toro no es el mismo, que éste tiene su corazoncito y no está en la cosa teledirigida. Ferrera va desgranando su labor en la primera parte de la faena con poco lucimiento, el toro levanta la cara al final del muletazo, no permite rematar los pases, apunta cosas de manso, produce enganchones y dificulta la ligazón, pero la cabeza y el conocimiento de Ferrera están labrando al toro, preparándole  para lo que ha de venir. Y lo que ha de venir es que, cuando el extremeño estima que la labor de preparación ya ha culminado, simplemente se vuelve a deshacer de la ayuda y comienza una faena que nada tiene que ver con lo que ha habido antes, pues de pronto conduce al toro en una espléndida serie por la derecha plena de mando y de colocación, luego otra, rematada con un inspirado cambio de manos, muy buena, una al natural rematada con un impresionante pase en redondo, todo mando. Brilla en esta faena su colocación, su esfuerzo por torear hacia adelante, lo perfecto del concepto que maneja y en eso supera a la que ha hecho en el primero, que es más una fantasía, una bella fantasía hasta cierto punto desprovista del alma que da el toreo cuando se produce como tal, como ejercicio de dominio, de mando y de colocación: la ética frente a la estética. La progresión de la faena es impecable, inapelable faena a más en la que la arrebatada expresión del torero parece no encontrar el punto final, pues siempre hay un remate, un adorno que sumar al anterior en una intensa y final apoteosis barroca. Cita de nuevo a recibir, esta vez a una distancia más habitual, y cobra una estocada caída que acaba tumbando al toro, que rueda de manera espectacular con las cuatro patas por alto. Gran faena de Antonio Ferrera que aúna conocimiento e inspiración, realizada en un pequeño espacio de terreno, aprovechando sabiamente las querencias del toro, descubriendo él solo las capacidades del burel, que nadie en la Plaza había visto, faena, en suma, de una enorme maestría, que coloca a Ferrera entre los grandes y que es justamente recompensada con dos orejas a pura ley.

Del resto de la tarde apenas hay que decir. Al lado de los dos temas que ha cantado Ferrera lo demás queda bastante empequeñecido. En cualquier caso dejaremos constancia de que el encierro de Zalduendo superó las sombrías expectativas que sobre él albergábamos, que los toros sacaron divisa negra, luto por don Fernando Domecq (qDg), que fue el creador de la vacada y el que se la vendió por una fabulosa suma, según cuentan, a su actual propietario el multimillonario mejicano don Fernando Bailleres. Y respecto de los toros reiteremos que, echando la vista atrás, hace gracia pensar en las polémicas de que si Victorino tal, que si Adolfo cual, cuando la imprevisibilidad que esos toros tienen, la dificultad que representa su congénita incertidumbre, la emoción que ponen sobre la arena, está directamente en las antípodas de estos Zalduendo de granja donde, fatalmente, todo lo que pueden poner sobre la arena está más sabido que el final del trasatlántico Titanic.

En cuanto a los toreros, Curro Díaz, de azul noche y oro, vio como Ferrera se quedaba con la Oficina del Arte, que normalmente le suele pertenecer a él. Su discretísima labor apenas nos dejó un par de retazos con los que mantener vivo el recuerdo de su exquisita clase, tan poco vista. 

Luis David, de berenjena y oro, cerraba por partida doble el ciclo mejicano de esta tarde: los toros pertenecen a un ciudadano de Méjico, el apoderado de Ferrera es Espectáculos Taurinos de México S.A. (ETMSA) y Luis David es de nacionalidad mejicana y su apoderado es también  ETMSA. De su labor resaltaremos la cogida extraña que él mismo propició y, como la cosa es de plena actualidad, reiteraremos que al no haber nadie pitándole en el tendido 7 o en la grada del 6, o en cualquier otro tendido, no entendemos cómo ha podido ser cogido, pues según la prensa especializada las cogidas se producen por acumulación de silbidos o protestas que vienen de esos sectores, si no lo he entendido mal. La otra cosa respecto de la cogida es que cuando el toro le rompe la taleguilla lo que se ve por ahí es lo normal, lo que suele haber y no un panty Marie Claire negro, como el del ínclito Roca de Lima, respecto del cual sigue sin haber una explicación convincente. Vale.

Paseíllo

Citando para la muleta

Escorzo

Citando para la muerte

Voy a cantar un corrido
 que traigo prendido
en el fondo de mi alma.
Es la desgracia de un hombre
 que fue muy mi amigo
y murió en la Barranca.
Era rival en amores
 de un hombre muy macho
que siempre ganó.
Se disputaban a Rosa,
la niña más chula
 de aquella región.
Se citaron la noche más negra
y al barranco acudieron los dos.
Eran las 10 de la noche
en la vieja capilla,
 que esta en el panteón.
Cuando sonaron dos tiros
y un hombre sin vida
 al barranco cayó.
Hoy han pasado los años
y aquel buen amigo
 ya nadie recuerda.
Hoy adornaron la iglesia
se casa Rosita, estamos de fiesta.
Sale vestida de blanco,
 más linda que nunca
camino al altar.
Mientras yo sé que en la cárcel
un hombre muy macho se piensa matar.
Yo por eso le canto a la vida
yo por eso no creo en el amor.
Eran las 10 de la noche
en la vieja capilla,
 que está en el panteón.
Cuando en la cárcel del pueblo
sonaron dos tiros y un hombre murió.

José Alfredo Jiménez

 La Guadalupana de Adame

Festividad del Día