domingo, 2 de junio de 2019

El penalty de la Final



Francisco Javier Gómez Izquierdo

        Hasta hace poco, uno creía saberse el reglamento del fútbol y hasta entendía las particulares interpretaciones que los árbitros hacían de jugadas dudosas. Creía entender perfectamente cuándo una sanción por acción involuntaria estaba ajustada a la regla y me exasperaba el interesado concepto de que el periodismo daba a según qué voluntariedad, que es, decían los colegiados, el espíritu del reglamento. Como digo, esto era así hasta hace poco. Vino el VAR a arreglar, dicen, los errores arbitrales y salieron varias circulares incompresibles sobre la mano y el penalty. Circulares confusas que desterraron la voluntariedad a conveniencia y dieron poder a la impresión de un televidente.
    Ayer, a los 30 segundos del comienzo de la final, el árbitro televidente apreció lo mismo que el árbitro titular y no llamó a consultas al señor Skomina para desechar la mínima duda en tan histórico duelo con lo que el mejor partido del año que está programado para 90 minutos, duró uno. El espectador -no el aficionado-  de hoy, viendo la repetición de la jugada nos mantendrá, como el señor Skomina, que es penalty, pero yo no veo intención en Sissoko y veo un rebote del balón hacia el brazo que hasta hace cinco años se despachaba con un “náááá, ha sido sin querer” y el “sigan, sigan” del trencilla.

    El caso es que tras el impacto con “lo” de Reyes (siempre me recordaba a Juanito, con eso que llaman duende sólo accesible a jugadores poseídos por un fútbol inyectado con el flamenco más puro y que ¡mira tú! nos los han arrebatado con casi la misma muerte temprana) y una pelea que tuve a partir de las seis de la tarde con la lavadora que no cortaba el agua ¡en sábado de feria! -menos mal al chino y a un remedio a lo mcgiver- me senté ante “el tele” un poco mosqueado. Centraba Mané...”¿No pitará penalty?” Pues sí, lo pitó. “Con el calor que hace, ya se ha acabado el partido”. Y para mí que se acabó.
       
El Liverpool ya tiene portero, Alisson; dicen que al mejor central del mundo, Van Dijk; y arriba un trío, Mané, Salah y Firmino, del que ya está todo dicho. Estamos de acuerdo que el entrenador Kloopp  ha sido determinante en el crecimiento continental del Liverpool y que además de sus estrellas es llamativa la avanzada disposición de sus laterales Arnold y Robertson y la asfixiante presión de Fabinho, Hendersson o Wijnaldum y las excelentes prestaciones, como se dice ahora, que dan Milner y este Origi letal... pero todo lo bonito que se dice del Liverpool se ha visto hasta semifinales. Para un servidor la final no existió. Se decidió antes de empezar. La decidió uno de esos árbitros que dicen que todas las manos son penaltys. ¿Que la Copa de Europa la merece el Liverpool? Pues sí, la verdad... pero yo estuve todo el partido como incómodo y sublevado. Hoy domingo achaco el malestar a la lavadora, pero recuerdo que  no hace mucho salió la moda de que todas las manos eran tarjeta y no vean las admoniciones de Don Díaz Vega como nuestros árbitros se descuidaran y no la enseñaran.
     
Como el fútbol ya es como una serie de televisión y el VAR el oráculo del siglo XXI, los penaltys han dejado de ser dudosos. “¿No ves que lo dice el VAR?” ¿No ves que el VAR no dice nada?” y por supuesto... conflictivos.