Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore
Los taurinos no hemos sabido defendernos
Santiago Domecq
la fuerte caída de latiguillo que le ha proporcionado el sexto
de la tarde, Zahareño, número 40, a Manuel Bernal,
quien luego se lució citando a distancia y clavando arriba
Lo de la Corrida de la Prensa era como para hacérselo mirar, que a ver a santo de qué nos vamos a ir a los toros convocados por esa prensa que hace ya demasiado tiempo que dejó de atender los intereses de sus lectores para dedicarse a servir de plataforma a los desmesurados egos de sus tristes columnistas, a los EBITDA de sus zafios Ceo’s o a los contubernios con quien arrime algún ascua a la macilenta sardina de la audiencia. Y si hablamos de la Prensa Taurina, entonces ya hay que irse directamente a La Codorniz, o mejor aún al TBO o al Pulgarcito, que iban dirigidos a una audiencia más infantil, y si ésta hubiese sido anunciada como la Corrida de la Prensa Taurina no habríamos ido ni aunque nos garantizasen que habían clonado a Frascuelo, a Gallito y a Antonio Bienvenida, porque desde el principio ya sabríamos que eso era mentira.
La verdad es que la Corrida de la Prensa de este año era una ocasión pintiparada para no sacar el boleto y dedicar este domingo a disfrutar de la familia, que tras un mes de ausencias se merecían esta atención, y de hecho muchos pensaron así y declinaron amablemente ante las taquillas la oportunidad que se les brindaba de comprar la entrada de esta corrida fuera de abono, reforzada la decisión por lo poco atractivo del cartel en el que estaba David Fandila, que se había quedado fuera de la Feria, López Simón, que se debería haber quedado fuera de la Feria, y Pablo Aguado, que con alguno había que completar la terna. Lo que nadie se imaginaba es que tras el toque de atención de Pablo Aguado en la pasada Feria de Abril sevillana y su ¡aquí estoy yo! en Las Ventas del día 18 de mayo en la corrida de Montalvo, la Corrida de la Prensa se iba a venir arriba consiguiendo llegar a colgar el cartel de “No hay billetes”.
No vamos a quitar el mérito que tengan los otros dos actuantes, pero hasta el más lerdo puede darse cuenta de que el mérito del cartelito de la ausencia de billetes a la venta para hoy es por entero debido a Pablo Aguado, que cuando un torero tiene a su alrededor el run-rún del interés no es necesario que los de la Prensa vengan a venderlo, como ese humo negro de neumáticos que venden consuetudinariamente como si fuese delicado incienso de Java y Sumatra.
Ahí tenemos, a las siete y ocho minutos, a los tres actores dispuestos a ponerse en marcha en procesión tras de los alguaciles y en ese instante no podemos evitar que nos venga el recuerdo de Iván Fandiño (qDg) en el día de su crucial apuesta, la más descarnada de las de toda su vida torera, en aquel trascendental paseíllo con la Plaza llena, asumiendo la ímproba presión que para un hombre significa saber que prácticamente todos los que están allí están por él. Y hoy, de igual manera, a un muchacho vestido de grana y oro, que hace ocho meses confirmaba su alternativa en Madrid, le correspondía la apabullante carga de ser el responsable de haber llenado la Plaza, de haber hecho que todos los que habíamos decidido no sacarnos el billete para esta corrida nos olvidásemos de nuestras óptimas intenciones sobre el reagrupamiento familiar y nos abalanzásemos hacia las taquillas a buscar una entrada lo más próxima posible a la de nuestro abono. Y se consiguieron las entradas, pero aquello era un disparate porque allí cada cual estaba donde no debía, aunque algunos pocos previsores sí que se mantenían en sus localidades, y entre medias se habían incorporado personas nuevas y desconocidas, que siempre enriquecen, y alguna agradable sorpresa, y el resultado era como si se hubiese barajado la Plaza por completo: los de la delantera en la fila cuatro, los de la fila dos en la siete, mi sitio ocupado por la querida aficionada E. y alguno por allí con una entrada de la fila 27 del 5, todos ellos convocados de manera inequívoca por el nombre de Pablo Aguado.
Ya se dijo antes la terna y falta decir que el ganado era de Santiago Domecq, de Jerez de la Frontera, que es vacada hecha a base de reses de origen Juampedro, Jandilla y Torrestrella, esos encastes que tanto gustan a la Prensa, que su divisa es azul y blanca y que la finca en la que se halla la vacada se llama Garcisobaco, que es nombre que en sus tres últimas sílabas evoca con fuerza al arte con las banderillas del actual asesor artístico de la Presidencia, Joselito Calderón, en su época de banderillero por libre. El ganado, bien presentado, mostró una curiosa variedad de capas y, por lo general, dio más facilidades que problemas a los toreros.
Lo que hubiese quedado como rompedor es que antes de la corrida, como en la superbowl americana, le hubiesen dado un micrófono a Victoria Prego, la presidenta de la Asociación de la Prensa, para que durante unos minutos hubiese contado a la audiencia cautiva la Transición y los Pactos de la Moncloa por fascículos, especialmente ahora que se ha puesto tan de moda lo de denostar la Transición. No se hizo, y se perdió ese interesante momento de andragogía. A cambio don Trinidad López-Pastor sí que hizo lo que mejor le sale, que es sacar el trozo de tela blanca para que comenzase el festejo.
Como veníamos por Pablo Aguado vamos a tratar su caso y así el que quiera ya puede dejar de leer lo otro, si va con prisas. De nuevo hoy ha dejado Pablo Aguado en Las Ventas la marca de su estilo, la finura de sus modos, la elegante naturalidad de sus formas, la torería añeja que alberga, la personalidad y ha recibido cálidas palmas de tantos que están abrumados de tanta estética feísta y retorcida para los que ese soplo de belleza es un manantial de agua en medio del desierto del Gobi, pero lo que hoy ha puesto Aguado sobre la mesa no es otra cosa que el mero desarrollo de sus características como torero sin profundizar en lo que, precisamente, hace grande al toreo: la posición en el cite, el traerse al toro, el caer hacia adelante. Aguado ha dado una sesión fotográfica para que las gentes de talento como Andrew Moore se recreen, como una bellísima top model, pero su propuesta no contiene verdad, está desprovista de la ética que nace de la asunción del riesgo que deviene de hacer al toro ir por sitios distintos a los que su naturaleza le llevaría. En Aguado hay el aroma a Curro Romero en su muletazo breve, sin forzar la figura, en su toreo a la media altura, pero falta la posición que es la que hace crecer la faena. Sin ella nos hallamos ante una recopilación de momentos bellos, pero eso ni es faena ni, en puridad, es toreo. Una media verónica al principio marcó el más sobresaliente recuerdo que Aguado deja en esta tarde. Mata mal, quedándose en la cara y el toro le hiere. De los dos posibles toros la cosa se queda en uno, porque al ver manar la sangre de la herida ya sabíamos que no saldría para despachar el sexto.
Fandila hace lo que hace Fandila y por ahí hay gente que, por lo visto, quiere que Fandila, que no se mete con nadie, sea el niño Pepe Luis. Fandila tiene un más que aceptable capote, unas banderillas que generalmente son de índole vulgar, una muleta de baja temperatura y una buena decisión e idea al matar. Con esos mimbres, que no son como para tirar cohetes, Fandi ha toreado mucho y ha dado su espectáculo por doquier sin pretender ser una figura de época ni mucho menos, y eso mismo ha hecho hoy en Madrid donde le ha tocado apechugar con tres toros por percance de Aguado. En el que mejor ha estado, a su modo, ha sido en el tercero de ellos, al que ha llevado al caballo con un óptimo galleo por chicuelinas, luego ha hecho un quite por caleserinas y faroles, y después ha puesto banderillas, con un buen par bien ajustado por los adentros en el que él mismo lleva al sitio y deja colocado al toro a cuerpo limpio y además se abstiene de meter un peón tras de la barrera a hacer le el quite desde detrás de las tablas, como puso de moda Esplá cuando ya estaba algo mayor y no se fiaba de sus facultades. Luego el toro, picado fuertemente, se va desangrando y perdiendo fuerzas en la faena y, al darse cuenta Fandi de eso, decide cortar el trasteo e irse a por el estoque con el que falla por dos veces, lo cual es bastante raro en él.
López Simón estuvo en el mismo plan que se le ha visto en la Feria, en su primero que era el bueno puso en marcha los resortes que le han abierto un puñado de olvidadas Puertas Grandes en Las Ventas. Acaso no se ha dado cuenta de los vientos de cambio que esta pasada Feria de San Isidro ha traído y él se mantiene fiel a lo que antes del día 14 de mayo era válido y que el 16 de junio ya no lo es. El de Barajas ha conseguido, con un buen toro, armar una faena a menos, muy larga y falta de cuajo. Con su segundo, como otras veces hemos dicho “el toro era peor y el torero era el mismo”.
El momento de más interés de la tarde ha sido la fuerte caída de latiguillo que le ha proporcionado el sexto de la tarde, Zahareño, número 40, a Manuel Bernal, quien luego se lució citando a distancia y clavando arriba.
En la ficha del programa anuncian la corrida del domingo próximo, con toros de Dolores Aguirre, y encima hay un letrero que dice: ”Hoy termina San Isidro…¡Pero la temporada continúa el domingo!”… ¡Pues no! San Isidro se acabó el viernes y estas corridas de apaño como la de hoy o la de ayer van a continuación de la Feria de San Isidro, pero no son parte de dicha Feria, se pongan como se pongan.
La verdad es que la Corrida de la Prensa de este año era una ocasión pintiparada para no sacar el boleto y dedicar este domingo a disfrutar de la familia, que tras un mes de ausencias se merecían esta atención, y de hecho muchos pensaron así y declinaron amablemente ante las taquillas la oportunidad que se les brindaba de comprar la entrada de esta corrida fuera de abono, reforzada la decisión por lo poco atractivo del cartel en el que estaba David Fandila, que se había quedado fuera de la Feria, López Simón, que se debería haber quedado fuera de la Feria, y Pablo Aguado, que con alguno había que completar la terna. Lo que nadie se imaginaba es que tras el toque de atención de Pablo Aguado en la pasada Feria de Abril sevillana y su ¡aquí estoy yo! en Las Ventas del día 18 de mayo en la corrida de Montalvo, la Corrida de la Prensa se iba a venir arriba consiguiendo llegar a colgar el cartel de “No hay billetes”.
No vamos a quitar el mérito que tengan los otros dos actuantes, pero hasta el más lerdo puede darse cuenta de que el mérito del cartelito de la ausencia de billetes a la venta para hoy es por entero debido a Pablo Aguado, que cuando un torero tiene a su alrededor el run-rún del interés no es necesario que los de la Prensa vengan a venderlo, como ese humo negro de neumáticos que venden consuetudinariamente como si fuese delicado incienso de Java y Sumatra.
Ahí tenemos, a las siete y ocho minutos, a los tres actores dispuestos a ponerse en marcha en procesión tras de los alguaciles y en ese instante no podemos evitar que nos venga el recuerdo de Iván Fandiño (qDg) en el día de su crucial apuesta, la más descarnada de las de toda su vida torera, en aquel trascendental paseíllo con la Plaza llena, asumiendo la ímproba presión que para un hombre significa saber que prácticamente todos los que están allí están por él. Y hoy, de igual manera, a un muchacho vestido de grana y oro, que hace ocho meses confirmaba su alternativa en Madrid, le correspondía la apabullante carga de ser el responsable de haber llenado la Plaza, de haber hecho que todos los que habíamos decidido no sacarnos el billete para esta corrida nos olvidásemos de nuestras óptimas intenciones sobre el reagrupamiento familiar y nos abalanzásemos hacia las taquillas a buscar una entrada lo más próxima posible a la de nuestro abono. Y se consiguieron las entradas, pero aquello era un disparate porque allí cada cual estaba donde no debía, aunque algunos pocos previsores sí que se mantenían en sus localidades, y entre medias se habían incorporado personas nuevas y desconocidas, que siempre enriquecen, y alguna agradable sorpresa, y el resultado era como si se hubiese barajado la Plaza por completo: los de la delantera en la fila cuatro, los de la fila dos en la siete, mi sitio ocupado por la querida aficionada E. y alguno por allí con una entrada de la fila 27 del 5, todos ellos convocados de manera inequívoca por el nombre de Pablo Aguado.
Ya se dijo antes la terna y falta decir que el ganado era de Santiago Domecq, de Jerez de la Frontera, que es vacada hecha a base de reses de origen Juampedro, Jandilla y Torrestrella, esos encastes que tanto gustan a la Prensa, que su divisa es azul y blanca y que la finca en la que se halla la vacada se llama Garcisobaco, que es nombre que en sus tres últimas sílabas evoca con fuerza al arte con las banderillas del actual asesor artístico de la Presidencia, Joselito Calderón, en su época de banderillero por libre. El ganado, bien presentado, mostró una curiosa variedad de capas y, por lo general, dio más facilidades que problemas a los toreros.
Lo que hubiese quedado como rompedor es que antes de la corrida, como en la superbowl americana, le hubiesen dado un micrófono a Victoria Prego, la presidenta de la Asociación de la Prensa, para que durante unos minutos hubiese contado a la audiencia cautiva la Transición y los Pactos de la Moncloa por fascículos, especialmente ahora que se ha puesto tan de moda lo de denostar la Transición. No se hizo, y se perdió ese interesante momento de andragogía. A cambio don Trinidad López-Pastor sí que hizo lo que mejor le sale, que es sacar el trozo de tela blanca para que comenzase el festejo.
Como veníamos por Pablo Aguado vamos a tratar su caso y así el que quiera ya puede dejar de leer lo otro, si va con prisas. De nuevo hoy ha dejado Pablo Aguado en Las Ventas la marca de su estilo, la finura de sus modos, la elegante naturalidad de sus formas, la torería añeja que alberga, la personalidad y ha recibido cálidas palmas de tantos que están abrumados de tanta estética feísta y retorcida para los que ese soplo de belleza es un manantial de agua en medio del desierto del Gobi, pero lo que hoy ha puesto Aguado sobre la mesa no es otra cosa que el mero desarrollo de sus características como torero sin profundizar en lo que, precisamente, hace grande al toreo: la posición en el cite, el traerse al toro, el caer hacia adelante. Aguado ha dado una sesión fotográfica para que las gentes de talento como Andrew Moore se recreen, como una bellísima top model, pero su propuesta no contiene verdad, está desprovista de la ética que nace de la asunción del riesgo que deviene de hacer al toro ir por sitios distintos a los que su naturaleza le llevaría. En Aguado hay el aroma a Curro Romero en su muletazo breve, sin forzar la figura, en su toreo a la media altura, pero falta la posición que es la que hace crecer la faena. Sin ella nos hallamos ante una recopilación de momentos bellos, pero eso ni es faena ni, en puridad, es toreo. Una media verónica al principio marcó el más sobresaliente recuerdo que Aguado deja en esta tarde. Mata mal, quedándose en la cara y el toro le hiere. De los dos posibles toros la cosa se queda en uno, porque al ver manar la sangre de la herida ya sabíamos que no saldría para despachar el sexto.
Fandila hace lo que hace Fandila y por ahí hay gente que, por lo visto, quiere que Fandila, que no se mete con nadie, sea el niño Pepe Luis. Fandila tiene un más que aceptable capote, unas banderillas que generalmente son de índole vulgar, una muleta de baja temperatura y una buena decisión e idea al matar. Con esos mimbres, que no son como para tirar cohetes, Fandi ha toreado mucho y ha dado su espectáculo por doquier sin pretender ser una figura de época ni mucho menos, y eso mismo ha hecho hoy en Madrid donde le ha tocado apechugar con tres toros por percance de Aguado. En el que mejor ha estado, a su modo, ha sido en el tercero de ellos, al que ha llevado al caballo con un óptimo galleo por chicuelinas, luego ha hecho un quite por caleserinas y faroles, y después ha puesto banderillas, con un buen par bien ajustado por los adentros en el que él mismo lleva al sitio y deja colocado al toro a cuerpo limpio y además se abstiene de meter un peón tras de la barrera a hacer le el quite desde detrás de las tablas, como puso de moda Esplá cuando ya estaba algo mayor y no se fiaba de sus facultades. Luego el toro, picado fuertemente, se va desangrando y perdiendo fuerzas en la faena y, al darse cuenta Fandi de eso, decide cortar el trasteo e irse a por el estoque con el que falla por dos veces, lo cual es bastante raro en él.
López Simón estuvo en el mismo plan que se le ha visto en la Feria, en su primero que era el bueno puso en marcha los resortes que le han abierto un puñado de olvidadas Puertas Grandes en Las Ventas. Acaso no se ha dado cuenta de los vientos de cambio que esta pasada Feria de San Isidro ha traído y él se mantiene fiel a lo que antes del día 14 de mayo era válido y que el 16 de junio ya no lo es. El de Barajas ha conseguido, con un buen toro, armar una faena a menos, muy larga y falta de cuajo. Con su segundo, como otras veces hemos dicho “el toro era peor y el torero era el mismo”.
El momento de más interés de la tarde ha sido la fuerte caída de latiguillo que le ha proporcionado el sexto de la tarde, Zahareño, número 40, a Manuel Bernal, quien luego se lució citando a distancia y clavando arriba.
En la ficha del programa anuncian la corrida del domingo próximo, con toros de Dolores Aguirre, y encima hay un letrero que dice: ”Hoy termina San Isidro…¡Pero la temporada continúa el domingo!”… ¡Pues no! San Isidro se acabó el viernes y estas corridas de apaño como la de hoy o la de ayer van a continuación de la Feria de San Isidro, pero no son parte de dicha Feria, se pongan como se pongan.
Andrew Moore
De Jerez de la Frontera,
donde se comen las papas enteras
El Fandi, de berenjena y oro
Estocada (silencio)
Estocada (silencio)
Dos pinchazos y estocada (ovación de despedida)
Fandila hace lo que hace Fandila
y por ahí hay gente que, por lo visto, quiere que Fandila,
que no se mete con nadie, sea el niño Pepe Luis
El encaste que gusta a los revistosos del puchero
López Simón, de azul marino y oro
Metisaca y estocada (aviso, silencio)
Pinchazo y estocada trasera (silencio)
en el mismo plan que se le ha visto en la Feria
“el toro era peor y el torero era el mismo”
Pablo Aguado, de grana y oro
Pinchazo, estocada y cinco descabellos (dos avisos, saludos)
Herido, pasa a la enfermería
De nuevo hoy ha dejado Pablo Aguado en Las Ventas
la marca de su estilo, la finura de sus modos,
la elegante naturalidad de sus formas, la torería añeja
que alberga, la personalidad
y ha recibido cálidas palmas de tantos que están abrumados
de tanta estética feísta y retorcida para los que ese soplo
de belleza es un manantial de agua en medio del
desierto del Gobi
pero lo que hoy ha puesto Aguado sobre la mesa no es otra cosa
que el mero desarrollo de sus características como torero
sin profundizar en lo que, precisamente, hace grande al toreo:
la posición en el cite, el traerse al toro, el caer hacia adelante
mata mal, quedándose en la cara y el toro le hiere
Parte médico:
«Herida por asta de toro en 1/3 superior cara interior muslo
derecho con dos trayectorias, una hacia arriba y hacia fuera
de 15 cm. y otra hacia atrás de 10 cm., que lesiona músculos
sartorio, rector anterior y crural. Erosión en región frontal.
Es intervenido quirúrgicamente bajo anestesia general
en la enfermería de la plaza de toros.
Se traslada a la clínica de la Fraternidad Muprespa Habana.
Pronóstico: grave»
¿Juampedro, Jandilla, Torrestrella?
Guernicazo final