Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore
Es un honor que Joselito tenga la cabeza
de uno de mis toros en el salón de su casa
Daniel Martínez
Les floristes de la Rambla
sembren flors a tots els vents
i si a l'estiu no les venen
ja les vendran a l'hivern.
Venen flors per a turistes,
venen flors als aimadors,
venen flors per a les festes
de rics, de pobres, de morts.
Les floristes de La Rambla
Joan Manuel Serrat
José Ramón Márquez
La de años que lleva de mal en peor lo de Las Ramblas no son para ser contados y tampoco iban a fallar en este 2019 sacando un corridón, o sea que este año también hicieron la redada en Elche de la Sierra, echaron mano de lo que apareció por allí, uno detrás de un soto, otro junto al agua, otro que se rascaba con un árbol, los metieron como sea en un camión y ¡hala!, ya hay corrida de Las Ramblas para Las Ventas. El año pasado los de la Asociación El Toro renunciaban a Las Ramblas, a sus pompas y circunstancias, aduciendo que sus toros no se tenían en pie y los mandaban a lidiar en plazas donde no se exigieran los dos puyazos. Hoy, a la vista de la escalera que Las Ramblas han presentado, con cada toro de su padre y de su madre, con el descaste que llevaban dentro, no creo que les vayan a levantar la reprobación, aunque eso da lo mismo, porque seguramente que a la hora de ponerse a pensar los de la Empresa en tal o cual ganadería para un cartel como el de hoy, lo que más prima es la economía y la cuenta de resultados, y con estos de Las Ramblas sí que deben salir bien las cuentas, porque a ver quién es capaz de ponerse a pedir una millonada por estas prendas, que muchos de ellos tenían mucho más interés para un entrador de carnes del matadero que para la cosa del arte taurino.
Los que se vinieron a echar la tarde con la gayumbada de Las Ramblas fueron Morenito de Aranda, Juan del Álamo y Tomás Campos. Morenito tuvo una época que en Madrid estaba como con bula, con una de esas bulas de silencio y atención que a veces dispensa Madrid por pura arbitrariedad, pero da la sensación de que esa fase ya se ha pasado. Juan del Álamo es un torero muy visto en la Corte, muchísimo. Hoy venía sin apoderado. Tomás Campos venía nimbado por la aureola de sus cositas con el toro de Montalvo el día de su confirmación. Con la terna tampoco se gastaron lo que se dice un dineral.
Ya está abriendo don Gabriel, disfrazado de barquillero, el portón de los chiqueros y franqueando el paso hacia el luminoso albero a Valeroso, número 24, primero de la tarde, que no va a conocer lo que es recibir un par de varas, por la sencilla razón de que su paso por el mundo de los equinos guateados fue una pura ilusión. Después llegó a banderillas con una especie de trote que pedía a gritos un cencerro que alegrase la carrera con su ¡tolón, tolón! y entró en el tercio de muerte con la firme convicción de abrirse camino a base de cabezazos para acabar de componer el perfecto retrato de un zambombo en toda regla. Y Morenito, arropado por el desinterés del respetable, deja para el recuerdo un completo muestrario de enganchones, de descolocación y de ventajilla, pero acaso no hay que culpar al de Aranda totalmente, porque sobreponerse a las condiciones del miserable de Valeroso, a su falta de fuerzas, a ese pedazo de lengua de derrengado, era algo como sobrehumano. Con una estocada desprendida casi entera y cuatro descabellos Morenito mandó al tosco cuatreño al valle de Josafat, donde nos le volveremos a encontrar el día de la resurrección de la carne, y él carne tenía por un tubo.
Ya tenemos al Buñolero (el Barquillero desde hace unos años ya) abriendo el portón para que se produzca la irrupción al ruedo de Sillero, número 27, un negro salpicado, bragado y meano, con un jironcito en el costado izquierdo que no guardaba una sola similitud o parecido con el que ya estaba en manos de los destazadores. Cuando Sillero se abalanza hacia el penco de Juan Francisco Peña éste hace la suerte bien fea, con esa manera de agarrar la vara como si fuese un pescador de marlines en La Gomera, pero agarra un estimable puyazo arriba, vaya lo uno por lo otro. Luego toma una segunda vara en la que el bicho se emplea, o sea que al animal se le puede dar el aprobado en varas. Pasa de puntillas por la cosa rehiletera y llega a la muleta de Juan del Álamo con buen son, con una embestida alegre. Su embestida tiene chispa, y no se aprecia que albergue malas intenciones, lo cual es una losa para Juan del Álamo que no es capaz de dar un solo muletazo mínimamente compuesto. Al principio, el toro repite y las gentes menos exigentes jalean con algazara esos pases de muleta tan por afuera y de tanta ventaja, pero ese alicorto planteamiento es, como tantas veces lo hemos visto, el prólogo del desinterés. A medida que el animal comienza a no repetir y a desarrollar cierta tendencia hacia tablas, cantando la gallina de su mansurronería, la faena del salmantino va tomando tierra, faena a menos que acaba con unas manolas, que hoy no era día de bernardas, a ver si las gentes se impresionan, y después de una estocada tendida baja y un golpe de descabello ahí están los restos del animal en dirección a los desolladores.
Tras los reglamentarios toques de viento y percusión, tercera salida a escena del barquillero que descorre el cerrojo para que se nos muestre la descomunal cabeza, bizca del izquierdo, de Taleguilla, número 17, que como saludo especial suelta una coz al burladero del 10 para ir calentando motores y luego, tras los primeros lances de capa, otra más. Luego viene la cosa de los lanzazos traseros, que como el toro no humillaba ni aunque se lo mandase el veterinario de guardia, Juan Alfonso Doblado debió pensar que qué más daba, y echó la puya donde cayese, cuanto más lejos de él mejor. A esas alturas ya produce más miedo la lengua, blanca y gorda, que los cuernos. A partir de ahí se produce una falta de sintonía entre Tomás Campos y Taleguilla, dado que Campos no tiene trazas de ser torero de los de currar y el toro demandaba curre. Imposible acuerdo. Más o menos va quedando la impresión de que Campos no sabe cómo meter mano a las complicaciones de Taleguilla, que a la salida de un pase le engancha. La verdad es que el toro no da nada, salvo sustos, pero Campos, que también podría haber intentado doblarse con él, castigarle, opta por el arrimón con el que se justifica. En las canónicas manolas finales le vuelve a enganchar el toro y el coleta decide acabar con aquello a base de un pinchazo al que se tira sin convicción y sin cruzar, y luego, con el toro aquerenciado en tablas, un pinchazo en la barriga y media estocada, además de dos descabellos.
Desde su atalaya, como un sultán otomano, asoma don Gonzalo de Villa Parro el trozo de sábana blanca y a su orden ya tenemos al toro Artista, número 31, que empuja en la primera vara, aunque luego sale suelto. Morenito parece que ni está en la Plaza, decepcionado con las condiciones de este Artista tan poco artista, que emplea su arte en desarmar por dos veces al matador arrebatándole la herramienta de trabajo. Parece que nada de lo que intenta Morenito le sale y sin ponerse pesado, cosa que vivamente se le agradece, se perfila en la suerte natural (él sabrá por qué a la vista de la mansurronería del tal Artista) para dejar media estocada y a continuación destrozar el capote de brega de Mario Campillo, luego insiste en cuadrar en la suerte natural para dejar otra media que el toro escupe inmediatamente y, por fin, en la suerte contraria, media tendida que, con un descabello manda los restos mortales de Artista a hacer compañía a los de sus predecesores.
Se abre la puerta de madera pintada de rojo inglés y ahí está Jabonado, número 8, al que podemos calificar como “cabeza con patas”, pues tal era la leña que portaba. A estas alturas de la tarde nadie echa cuentas de que la primera vara la tome por los adentros, en paralelo a la barrera del 7, y la segunda al relance. ¿Qué más da, si Óscar Bernal ni va a picar? El bicho es también de los de pegar cabezazos al inicio del pase y derrotes a la salida, o sea que a ver qué hacemos con esta prenda que, además, pierde las manos y saca un desapacible geniecillo. En este toro Juan del Álamo está más serio que en el precedente; al ser el toro peor no se le toman en cuenta las necesarias ventajas que adopta y puede decirse que hacia el final de la faena el torero le ha cogido el tranquillo al animal: le saca los pases de uno en uno y recoge su cosecha de aplausos cuando lo ejecuta de estocada baja.
Cuando Templador, número 21, irrumpe en el ruedo más parece que se ha abierto el portón de un camión de mudanzas y se les ha caído un armario ropero de los de antaño, un armario gordo y sin pescuezo, un cromo descomunal. La cosa es que el cacho de carne se mueve, acude presto al cite a la media distancia y parece que quiere lavar su fealdad poniéndose a disposición del matador, que no parece ver nada clara la situación y donde habría que mandar se dedica a acompañar, por lo que el toro le acaba desbordando. La cosa es que Tomás Campos no aprovecha las cosas buenas que el toro ofrece, aunque el toro tiene su guasa y pide acaso un torero de más experiencia y, sobre todo, de más mando. Campos no parece, creo que ya se dijo más arriba, un torero de pelea. Con una estocada baja y tendida y después otra igual se termina con las cuitas de Templador y se pone punto final a un festejo perfectamente olvidable.
Hoy, de nuevo, el numerito de las mulas que salen pitando sin haber enganchado al toro, y eso que le han puesto al hondero un aro como el de sujetar una maceta de geranios. Lo que hacen bien los benhures de la mula, desde luego, es lo de remolonear cuando se ventea la posibilidad de una orejilla de ésas que llevan aparejada una merienda o lo que sea. Eso lo bordan.
La de años que lleva de mal en peor lo de Las Ramblas no son para ser contados y tampoco iban a fallar en este 2019 sacando un corridón, o sea que este año también hicieron la redada en Elche de la Sierra, echaron mano de lo que apareció por allí, uno detrás de un soto, otro junto al agua, otro que se rascaba con un árbol, los metieron como sea en un camión y ¡hala!, ya hay corrida de Las Ramblas para Las Ventas. El año pasado los de la Asociación El Toro renunciaban a Las Ramblas, a sus pompas y circunstancias, aduciendo que sus toros no se tenían en pie y los mandaban a lidiar en plazas donde no se exigieran los dos puyazos. Hoy, a la vista de la escalera que Las Ramblas han presentado, con cada toro de su padre y de su madre, con el descaste que llevaban dentro, no creo que les vayan a levantar la reprobación, aunque eso da lo mismo, porque seguramente que a la hora de ponerse a pensar los de la Empresa en tal o cual ganadería para un cartel como el de hoy, lo que más prima es la economía y la cuenta de resultados, y con estos de Las Ramblas sí que deben salir bien las cuentas, porque a ver quién es capaz de ponerse a pedir una millonada por estas prendas, que muchos de ellos tenían mucho más interés para un entrador de carnes del matadero que para la cosa del arte taurino.
Los que se vinieron a echar la tarde con la gayumbada de Las Ramblas fueron Morenito de Aranda, Juan del Álamo y Tomás Campos. Morenito tuvo una época que en Madrid estaba como con bula, con una de esas bulas de silencio y atención que a veces dispensa Madrid por pura arbitrariedad, pero da la sensación de que esa fase ya se ha pasado. Juan del Álamo es un torero muy visto en la Corte, muchísimo. Hoy venía sin apoderado. Tomás Campos venía nimbado por la aureola de sus cositas con el toro de Montalvo el día de su confirmación. Con la terna tampoco se gastaron lo que se dice un dineral.
Ya está abriendo don Gabriel, disfrazado de barquillero, el portón de los chiqueros y franqueando el paso hacia el luminoso albero a Valeroso, número 24, primero de la tarde, que no va a conocer lo que es recibir un par de varas, por la sencilla razón de que su paso por el mundo de los equinos guateados fue una pura ilusión. Después llegó a banderillas con una especie de trote que pedía a gritos un cencerro que alegrase la carrera con su ¡tolón, tolón! y entró en el tercio de muerte con la firme convicción de abrirse camino a base de cabezazos para acabar de componer el perfecto retrato de un zambombo en toda regla. Y Morenito, arropado por el desinterés del respetable, deja para el recuerdo un completo muestrario de enganchones, de descolocación y de ventajilla, pero acaso no hay que culpar al de Aranda totalmente, porque sobreponerse a las condiciones del miserable de Valeroso, a su falta de fuerzas, a ese pedazo de lengua de derrengado, era algo como sobrehumano. Con una estocada desprendida casi entera y cuatro descabellos Morenito mandó al tosco cuatreño al valle de Josafat, donde nos le volveremos a encontrar el día de la resurrección de la carne, y él carne tenía por un tubo.
Ya tenemos al Buñolero (el Barquillero desde hace unos años ya) abriendo el portón para que se produzca la irrupción al ruedo de Sillero, número 27, un negro salpicado, bragado y meano, con un jironcito en el costado izquierdo que no guardaba una sola similitud o parecido con el que ya estaba en manos de los destazadores. Cuando Sillero se abalanza hacia el penco de Juan Francisco Peña éste hace la suerte bien fea, con esa manera de agarrar la vara como si fuese un pescador de marlines en La Gomera, pero agarra un estimable puyazo arriba, vaya lo uno por lo otro. Luego toma una segunda vara en la que el bicho se emplea, o sea que al animal se le puede dar el aprobado en varas. Pasa de puntillas por la cosa rehiletera y llega a la muleta de Juan del Álamo con buen son, con una embestida alegre. Su embestida tiene chispa, y no se aprecia que albergue malas intenciones, lo cual es una losa para Juan del Álamo que no es capaz de dar un solo muletazo mínimamente compuesto. Al principio, el toro repite y las gentes menos exigentes jalean con algazara esos pases de muleta tan por afuera y de tanta ventaja, pero ese alicorto planteamiento es, como tantas veces lo hemos visto, el prólogo del desinterés. A medida que el animal comienza a no repetir y a desarrollar cierta tendencia hacia tablas, cantando la gallina de su mansurronería, la faena del salmantino va tomando tierra, faena a menos que acaba con unas manolas, que hoy no era día de bernardas, a ver si las gentes se impresionan, y después de una estocada tendida baja y un golpe de descabello ahí están los restos del animal en dirección a los desolladores.
Tras los reglamentarios toques de viento y percusión, tercera salida a escena del barquillero que descorre el cerrojo para que se nos muestre la descomunal cabeza, bizca del izquierdo, de Taleguilla, número 17, que como saludo especial suelta una coz al burladero del 10 para ir calentando motores y luego, tras los primeros lances de capa, otra más. Luego viene la cosa de los lanzazos traseros, que como el toro no humillaba ni aunque se lo mandase el veterinario de guardia, Juan Alfonso Doblado debió pensar que qué más daba, y echó la puya donde cayese, cuanto más lejos de él mejor. A esas alturas ya produce más miedo la lengua, blanca y gorda, que los cuernos. A partir de ahí se produce una falta de sintonía entre Tomás Campos y Taleguilla, dado que Campos no tiene trazas de ser torero de los de currar y el toro demandaba curre. Imposible acuerdo. Más o menos va quedando la impresión de que Campos no sabe cómo meter mano a las complicaciones de Taleguilla, que a la salida de un pase le engancha. La verdad es que el toro no da nada, salvo sustos, pero Campos, que también podría haber intentado doblarse con él, castigarle, opta por el arrimón con el que se justifica. En las canónicas manolas finales le vuelve a enganchar el toro y el coleta decide acabar con aquello a base de un pinchazo al que se tira sin convicción y sin cruzar, y luego, con el toro aquerenciado en tablas, un pinchazo en la barriga y media estocada, además de dos descabellos.
Desde su atalaya, como un sultán otomano, asoma don Gonzalo de Villa Parro el trozo de sábana blanca y a su orden ya tenemos al toro Artista, número 31, que empuja en la primera vara, aunque luego sale suelto. Morenito parece que ni está en la Plaza, decepcionado con las condiciones de este Artista tan poco artista, que emplea su arte en desarmar por dos veces al matador arrebatándole la herramienta de trabajo. Parece que nada de lo que intenta Morenito le sale y sin ponerse pesado, cosa que vivamente se le agradece, se perfila en la suerte natural (él sabrá por qué a la vista de la mansurronería del tal Artista) para dejar media estocada y a continuación destrozar el capote de brega de Mario Campillo, luego insiste en cuadrar en la suerte natural para dejar otra media que el toro escupe inmediatamente y, por fin, en la suerte contraria, media tendida que, con un descabello manda los restos mortales de Artista a hacer compañía a los de sus predecesores.
Se abre la puerta de madera pintada de rojo inglés y ahí está Jabonado, número 8, al que podemos calificar como “cabeza con patas”, pues tal era la leña que portaba. A estas alturas de la tarde nadie echa cuentas de que la primera vara la tome por los adentros, en paralelo a la barrera del 7, y la segunda al relance. ¿Qué más da, si Óscar Bernal ni va a picar? El bicho es también de los de pegar cabezazos al inicio del pase y derrotes a la salida, o sea que a ver qué hacemos con esta prenda que, además, pierde las manos y saca un desapacible geniecillo. En este toro Juan del Álamo está más serio que en el precedente; al ser el toro peor no se le toman en cuenta las necesarias ventajas que adopta y puede decirse que hacia el final de la faena el torero le ha cogido el tranquillo al animal: le saca los pases de uno en uno y recoge su cosecha de aplausos cuando lo ejecuta de estocada baja.
Cuando Templador, número 21, irrumpe en el ruedo más parece que se ha abierto el portón de un camión de mudanzas y se les ha caído un armario ropero de los de antaño, un armario gordo y sin pescuezo, un cromo descomunal. La cosa es que el cacho de carne se mueve, acude presto al cite a la media distancia y parece que quiere lavar su fealdad poniéndose a disposición del matador, que no parece ver nada clara la situación y donde habría que mandar se dedica a acompañar, por lo que el toro le acaba desbordando. La cosa es que Tomás Campos no aprovecha las cosas buenas que el toro ofrece, aunque el toro tiene su guasa y pide acaso un torero de más experiencia y, sobre todo, de más mando. Campos no parece, creo que ya se dijo más arriba, un torero de pelea. Con una estocada baja y tendida y después otra igual se termina con las cuitas de Templador y se pone punto final a un festejo perfectamente olvidable.
Hoy, de nuevo, el numerito de las mulas que salen pitando sin haber enganchado al toro, y eso que le han puesto al hondero un aro como el de sujetar una maceta de geranios. Lo que hacen bien los benhures de la mula, desde luego, es lo de remolonear cuando se ventea la posibilidad de una orejilla de ésas que llevan aparejada una merienda o lo que sea. Eso lo bordan.
Morenito de Aranda, de azul marino y plata
Media y cuatro descabellos (silencio)
Dos pinchazos, media y descabello (silencio)
Morenito tuvo una época que en Madrid estaba como con bula
con una de esas bulas de silencio y atención que
a veces dispensa Madrid por pura arbitrariedad
a veces dispensa Madrid por pura arbitrariedad
Juan del Álamo, de blanco y plata
Media tendida y descabello (saludos)
Estocada desprendida (saludos)
Sin poder ni apoderado
Juan del Álamo que no es capaz de dar un solo
muletazo mínimamente compuesto
muletazo mínimamente compuesto
Tomás Campos, de azul marino y oro
Dos pinchazos, media y dos descabellos (silencio)
Pinchazo y descabello (silencio)
Campos no tiene trazas de ser torero de los de currar
y el toro demandaba curre
va quedando la impresión de que Campos no sabe
cómo meter mano a las complicaciones de Taleguilla
cómo meter mano a las complicaciones de Taleguilla
Dime donde vas, dime donde vas
al caer el sol por la puerta de atrás
no hay nada que hacer y ya pasó el calor.
Al final de la Rambla me encontré
con la Negra Flor.
Santiago Auserón
Rambla pa'quí
rambla pa'llá
esa es la rumba de Barcelona
Manu Chao
Han tancat la Rambla,
han fet fora tothom,
han buidat els arbres
dels ocells i les flors
Jaume Sisa / Ricardo Solfa
Para el mar de amores: rumbas y flores.
Pa' subir al cielo: vente al Paralelo.
Para ahogar las penas: fuente Canaletas.
Pal que busque novio: mercao San Antonio.
Gitana hechicera.
Peret
Al Guernica voy
Del Guernica vengo