martes, 2 de septiembre de 2014

(AR)RRG

  

Hughes
Abc

Si Fandila se ha sentado en un toro, no ha de extrañar que Ana Rosa (AR o arrrg) se haya ido a Gaza a montar su set entre las ruinas. Era «el corazón de la devastación», así que no se llevó el sofá, ni a Màxim Huerta embutido en pashminas o debajo de un salacot. AR eligió una versión naturalista de sí misma. Parecía Nativel Preciado caminando con una música como de tetería. Luego ya caímos en que era ella. Pero no era tanto Gaza, como el impacto de Gaza en AR y sus reporteras. No perdieron el tiempo y se fueron a un hospital de pediatría. Besó a un bebé y se enjugó una lágrima. Era una mezcla no del todo ponderada de Jon Sistiaga y Hellen Mirren en Uganda. En Gaza hay niños por todas partes, así que las posiblidades lacrimógenas eran muy serias. ¿Pero por qué no pixelaron a esos niños? No tenemos el píxel claro. ¿Y por qué ya no nos conmueve un cadáver cincuentón? «Los niños; al final lo que te llega son los niños...». Ver a AR allí tuvo un efecto raro y esperanzador: ¿Se puede bombardear el escenario de un programa de AR? ¿No ha desacralizado y simplificado esa tierra con su visión simplista y rosa? Hubo sólo alguna efusión en la periodista casada con un palestino (no nos extraña) y un desliz feo: «La frontera tiene aspecto de campo de concentración. Hay concertinas y además varios perros». Pero el problema no fue de parcialidad sino de hilaridad. «Hemos venido con la mejor intención». No cabe duda. Ahora sólo esperamos otro programa en el centro del califato del EI. Pero con cuidado, no vayamos a tener un disgusto y la cabeza de Joaquín Prats Jr. acabe en manos de algún rapero de Londonistán. O de Chiquitistán.