martes, 13 de agosto de 2013

En casa de Hemingway

 Playa en el lago Michigan

José Ramón Márquez

Seguimos un poco más en Chicago, que la ciudad lo merece.
Hay dos Chicago desaparecidos e irrecuperables, uno es el de los mataderos, aquella inmensa factoría en la que se dice que hallaron su inspiración los odiosos autores de la 'Solución Final', factoría de la carne donde se sacrificaban a diario miles de reses, que partían de aquí hacia toda la nación transformadas en carne picada, en filetes, en chuletas; aquello desapareció en los setenta y ahora la distribución de las carnes se hace por otros vericuetos descentralizados. El otro es el de las condiciones inhumanas de trabajo, la explotación y el hacinamiento, que parece mentira con lo que menosprecian nuestros sindicalistas a los gringos en general, y ya ni se acuerdan los de CCOO que mientras en España nacía la rivalidad entre Frascuelo y Lagartijo, en Chicago ya andaban los hombres en las luchas por las condiciones del trabajo, por la dignidad del trabajo asalariado. Ahora, cuando la lucha sindical ya sólo se reduce a conseguir un poco más de dinero que gastar en los centros comerciales que rodean las ciudades, a imagen de los shopping malls de América, parecen muy lejanos aquellos que literalmente se jugaron la vida hace un siglo y medio para que nosotros podamos pegarnos la vida padre en nuestros días y para que los contemporáneos sindicalistas se encuentren con la parte principal y más comprometida de su trabajo ya hecha.
Luego, antes de ponernos en camino, dos edificios más. El de Carbide and Carbon Building, edificio de estilo art-nouveau diseñado a finales de los años 20 por los hermanos Burnham,del que se dice que está inspirado por una botella de champaña, acaso porque su cuerpo es verde y su remate dorado, y el John Hancok, que abajo alberga seis plantas de un elegante centro comercial y arriba tiene un observatorio desde el que uno se puede hacer una idea del descomunal tamaño de ese mar interior y de agua dulce llamado Lago Michigan.

Abandonamos el centro y tiramos hacia Oak Park, a visitar dos casas, que en ese elegante y tranquilo barrio es donde Lloyd Wright estableció su estudio y su vivienda y donde nació Hemingway. Cada uno tenía sus cosas y cada cual dejó sus cosas, pero lo mismo que Cándido (el lechonero, no Carlos Luis Álvarez) se inventó Segovia y que Frank Lloyd Wright se inventó lo de la arquitectura orgánica, Hemingway se inventó San Fermín y ese honor no se le puede discutir.

 La piscina

 La casa

 El vecino de enfrente

Aquí nació Hemingway