Francisco Javier Gómez Izquierdo
No he prestado ninguna atención al discurso de Rubalcaba, pero la prensa habla de guiño a los “indignados” del 15-M y de un impuesto ó multa a los ricos, que siempre suena bien en los oídos de los pobres. Rubalcaba y su cuadrilla han llenado y ampliado la estación de la pobreza, pero con la habilidad propia de esos mesías que florecen en Atlanta y Wisconsin ha encontrado al demonio culpable: los bancos.
Europa tira de sospechas sobre la fiabilidad de la Banca española y Don Alfredo no se cansa de repetir que no somos Grecia, ni Portugal, ni. Lo repite constantemente, pensando que los alemanes no saben donde queda Benicasim y defiende ante Sarkozy y la Merkel a González y Botín, como si fueran hijos de sus entrañas... pero luego juguetea demagógicamente con el BBV y el Santander ante esa nación de desharrapados que ha puesto sus chabolas en las plazas y a la que quiere convertir en guardia pretoriana.
Al centurión Cayo Calígula Lara le ha encomendado sujetar la desbandada de las legiones del Sur y el resto lo fía a la suerte de que algo pasará.
Días antes del Sermón del hombre de la Montaña, los perroflautas del Norte retiraron su indignación a los cuarteles de verano a la espera de acontecimientos... pero con la impedimenta dispuesta para cuando sea la ocasión. Las palabras de Rubalcaba bastarán para indignarlos.