José Ramón Márquez
¡Pobre Zacarías! Le han dado más palos que a una estera: Nadie se ha molestado en explicarse, pero como éste es un desconocido, viene de perlas para darle leña al monito, que es de goma. Aquí no se explica nadie, porque vale sólo el leñazo a Zacarías, que a fin de cuentas es de Morata y nadie sabe quién es. El hombre se compra sus juampedros, los cría con todo cuidado, los alimenta, que hay que ver lo lustrosos que venían y lo bien herrados, para que el de ‘El rincón de Ordóñez’ se los meriende con un titular demoledor: ‘Moruchada de Zacarías’. Y por explicación, una tirilla de fotos que en sí mismas no explican nada. Y eso, el de El Rincón de Ordóñez, que a fin de cuentas es un sitio donde solemos abrevar y al que se le guarda el respeto que nos debemos entre los aficionados... Que si te vas a los del puchero, la cosa toma tintes melodramáticos.
Yo, en la plaza, ya noté entre los enterados que aquello no pintaba nada bien para Zacarías. Los mismos que no paran de dar cobijo, pongo por caso, al Puerto de San Lorenzo y a sus doscientas noventa y siete franquicias, que los Fraile son muy espléndidos y en esa casa se recibe muy bien, no ahorraban ni medio escupitajo a los indefensos Zacarías. Y los mismos que se echan el día con los cuvis, lo buenos que son, los zalduendis, si hubiesen tenido un poco más de fuerza, o los juampedritis, que no acabaron de retransmitir o como sea que dicen eso de la retransmisión, les faltó el tiempo para masacrar a los toros de las Manufacturas Morata, S.L., que a lo que se ve ni retransmitían, ni sus fuerzas eran las que debían ser, ni su bondad apareció por parte alguna. ¿Y qué tenían los pobrecillos de los Zacarías? Pues lo que se dijo aquí el otro día, que derribaron a los caballos, que dieron trabajo a los picadores, y no eran unos indocumentados, que allí estuvieron con las varas Saavedra, Montiel, Bernal, Tapia y Briceño, que hicieron sudar a los banderilleros, y allí estaban Juan de los Reyes y Miguel Martín, y que no regalaron nada a sus matadores, que si querían algo se lo tenían que ganar frente a frente y resolviendo problemas, que uno se fue al hule y otro casi. Digo yo que eso es lo que llamamos en general ‘el toro de lidia’, que es el toro que hay que lidiar, a diferencia del ‘toro de estirarse’ que sirve para los estiramientos, el ‘toro de las posturas’, que sirve para ponerlas y cuanto más achuladas mejor, o ‘el toro de la importancia’, que es usualmente el que mata July de una formidable ‘estocada y un descabello’, como dijo aquél.
Y a un tío que se ha montado su ganadería, que le cuesta sus cuartos y que, por seguir la corriente, hasta se la compra de juampedro, como nadie le conoce, aquí le da palos hasta el más tonto de los juntaletras que denigra el oficio de la crítica contemporánea.
¿Qué querrán? ¿Cuál será el modelo de estos critiquillos con tan poco fundamento? ¿Basta con decir “Esto si; esto, no”, como un emperador romano? ¿Acaso no piensan que los pocos que les leen se merezcan una mínima atención, una ínfima reflexión que avale la opinión que tan fehacientemente declaran? ¿Cuál es la causa de que para la moderna crítica siempre sea el toro el culpable de todo? Como se ve, en la deriva nefasta que lleva ‘La aldea de tauro’, el antiguo ‘Planeta de los toros’, hay muchos culpables.
¡Pobre Zacarías! Le han dado más palos que a una estera: Nadie se ha molestado en explicarse, pero como éste es un desconocido, viene de perlas para darle leña al monito, que es de goma. Aquí no se explica nadie, porque vale sólo el leñazo a Zacarías, que a fin de cuentas es de Morata y nadie sabe quién es. El hombre se compra sus juampedros, los cría con todo cuidado, los alimenta, que hay que ver lo lustrosos que venían y lo bien herrados, para que el de ‘El rincón de Ordóñez’ se los meriende con un titular demoledor: ‘Moruchada de Zacarías’. Y por explicación, una tirilla de fotos que en sí mismas no explican nada. Y eso, el de El Rincón de Ordóñez, que a fin de cuentas es un sitio donde solemos abrevar y al que se le guarda el respeto que nos debemos entre los aficionados... Que si te vas a los del puchero, la cosa toma tintes melodramáticos.
Yo, en la plaza, ya noté entre los enterados que aquello no pintaba nada bien para Zacarías. Los mismos que no paran de dar cobijo, pongo por caso, al Puerto de San Lorenzo y a sus doscientas noventa y siete franquicias, que los Fraile son muy espléndidos y en esa casa se recibe muy bien, no ahorraban ni medio escupitajo a los indefensos Zacarías. Y los mismos que se echan el día con los cuvis, lo buenos que son, los zalduendis, si hubiesen tenido un poco más de fuerza, o los juampedritis, que no acabaron de retransmitir o como sea que dicen eso de la retransmisión, les faltó el tiempo para masacrar a los toros de las Manufacturas Morata, S.L., que a lo que se ve ni retransmitían, ni sus fuerzas eran las que debían ser, ni su bondad apareció por parte alguna. ¿Y qué tenían los pobrecillos de los Zacarías? Pues lo que se dijo aquí el otro día, que derribaron a los caballos, que dieron trabajo a los picadores, y no eran unos indocumentados, que allí estuvieron con las varas Saavedra, Montiel, Bernal, Tapia y Briceño, que hicieron sudar a los banderilleros, y allí estaban Juan de los Reyes y Miguel Martín, y que no regalaron nada a sus matadores, que si querían algo se lo tenían que ganar frente a frente y resolviendo problemas, que uno se fue al hule y otro casi. Digo yo que eso es lo que llamamos en general ‘el toro de lidia’, que es el toro que hay que lidiar, a diferencia del ‘toro de estirarse’ que sirve para los estiramientos, el ‘toro de las posturas’, que sirve para ponerlas y cuanto más achuladas mejor, o ‘el toro de la importancia’, que es usualmente el que mata July de una formidable ‘estocada y un descabello’, como dijo aquél.
Y a un tío que se ha montado su ganadería, que le cuesta sus cuartos y que, por seguir la corriente, hasta se la compra de juampedro, como nadie le conoce, aquí le da palos hasta el más tonto de los juntaletras que denigra el oficio de la crítica contemporánea.
¿Qué querrán? ¿Cuál será el modelo de estos critiquillos con tan poco fundamento? ¿Basta con decir “Esto si; esto, no”, como un emperador romano? ¿Acaso no piensan que los pocos que les leen se merezcan una mínima atención, una ínfima reflexión que avale la opinión que tan fehacientemente declaran? ¿Cuál es la causa de que para la moderna crítica siempre sea el toro el culpable de todo? Como se ve, en la deriva nefasta que lleva ‘La aldea de tauro’, el antiguo ‘Planeta de los toros’, hay muchos culpables.