Llegando a las manos en la sede de la Revolución
Madrid, esta mañana, veinte años después de su Capitalidad Cultural
Madrid, esta mañana, veinte años después de su Capitalidad Cultural
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo capital de la capitalidad cultural es el capital que con la disculpa de la cultura se mueve. Por algo aquí, cada vez que se oye la palabra «cultura», unos sacan la pistola, y los que no tienen pistola, levantan las manos. Madrid fue capital de la cosa cultural en el 92, y el padre superior de aquella orden de mendicantes era el dominico Osaba, que tenía fama de melómano por unas semanas de música religiosa que organizaba en Cuenca. En Madrid merendaba en Embassy, que le cogía cerca. Esto de cogerle a uno cerca las cosas determina más acontecimientos de lo que uno se imagina. En Las Ventas, por ejemplo, hay un tío que torea cada vez que hay novillada. Se llama Víctor Barrio y es de Segovia. «¿Por qué torea aquí todos los días?», preguntó el domingo un espectador. Y el que tenía al lado le respondió: «Porque le coge cerca». Osaba, pues, merendaba en Embassy porque le cogía cerca, y levantaba el meñique porque le parecía fino. Tenía una casa que todas las revistas querían retratar. Y como jefe de la piñata cultural pagaba de escándalo. En el 92, en Madrid, un periodista no podía echárselas de consagrado si no pillaba una colaboración en la revista de Osaba. ¡Capital! ¡Cultura! ¡Dinero! Por eso han sentado tan mal las formas zapateriles en el dedazo de la piñata cultural para el 2016. Los indocumentados del jurado ministerial tenían que hacer algo, y no sabiendo qué hacer, preguntaban a los defensores de la candidatura de Córdoba por los gitanos, y a los defensores de la candidatura de Burgos, por Franco. ¿Franco? ¿Gitanos?
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Lo capital de la capitalidad cultural es el capital que con la disculpa de la cultura se mueve. Por algo aquí, cada vez que se oye la palabra «cultura», unos sacan la pistola, y los que no tienen pistola, levantan las manos. Madrid fue capital de la cosa cultural en el 92, y el padre superior de aquella orden de mendicantes era el dominico Osaba, que tenía fama de melómano por unas semanas de música religiosa que organizaba en Cuenca. En Madrid merendaba en Embassy, que le cogía cerca. Esto de cogerle a uno cerca las cosas determina más acontecimientos de lo que uno se imagina. En Las Ventas, por ejemplo, hay un tío que torea cada vez que hay novillada. Se llama Víctor Barrio y es de Segovia. «¿Por qué torea aquí todos los días?», preguntó el domingo un espectador. Y el que tenía al lado le respondió: «Porque le coge cerca». Osaba, pues, merendaba en Embassy porque le cogía cerca, y levantaba el meñique porque le parecía fino. Tenía una casa que todas las revistas querían retratar. Y como jefe de la piñata cultural pagaba de escándalo. En el 92, en Madrid, un periodista no podía echárselas de consagrado si no pillaba una colaboración en la revista de Osaba. ¡Capital! ¡Cultura! ¡Dinero! Por eso han sentado tan mal las formas zapateriles en el dedazo de la piñata cultural para el 2016. Los indocumentados del jurado ministerial tenían que hacer algo, y no sabiendo qué hacer, preguntaban a los defensores de la candidatura de Córdoba por los gitanos, y a los defensores de la candidatura de Burgos, por Franco. ¿Franco? ¿Gitanos?
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