Francisco Javier Gómez Izquierdo
En éste “tiberio” en que anda metida la SGAE, a uno sólo le queda afirmarse en el carácter sospechoso que siempre ha tenido la Sociedad. Del asunto de interné, derechos de autores y demás conceptos ya hay expertos que intentan llevarse el agua a su molino, pero me han llegado casos con aspecto de flagrante delito que me resisto a que ustedes no conozcan.
Mi amigo Rafael es un actor aficionado que escribe obritas de teatro para entretener. Junto a su mujer, sus dos hijos y cuatro amigos, que se ganan la vida decentemente y que tienen al teatro como otros tienen al golf, las interpreta al precio de dos o tres euros por espectador. Siempre llena. Nos hace reír de buena gana y al acabar la función nos tomamos unas cervezas. Los 500 ó 600 euros que se recaudan los regala a un hogar de ancianos de Córdoba... y mi amigo Rafael sólo recibe el aplauso y consideración de sus incondicionales. Hace dos años, dos tipos le vinieron a cobrar los derechos de autor que corresponden "por ley" a la SGAE.
-Miren ustedes, el autor soy yo. ¿Dónde tengo que ir a cobrar mis derechos?
Aquellos individuos no sabían en qué enciclopedia venía “Rafael Dorado dramaturgo” y recibieron una declaración por escrito en la que mi buen amigo renunciaba a los derechos de su obra cediéndolos íntegramente a los mayores desamparados. Si en su ignorancia hubiese aflojado el impuesto con aspecto revolucionario, ¿qué hacienda lo hubiera conocido?
Al lado del portal de mi casa está mi bar de 20 años y otros dos sujetos llegaron con un papel de cuotas y medidas redactado por Dios sabe quién y exigieron a mi amigo Antonio 150 leurazos al año por tener dos televisores para ver el fútbol.
-Aquí viene la gente a ver el fútbol y yo pago el Gol y el Plus que es lo que siempre está puesto.
Los dos inspectores (¿que universidad ó autoridad docente da título para tamaña tarea?) o comisarios (¿al mando de qué mando policial están sometidos?) contestaron al hostelero que “usted verá lo que hace. Nosotros ya le hemos avisado y en este papel está la cuenta donde tiene que ingresar el dinero”... En ese momento llegué a tomarme el cortado y solté en defensa de mi amigo:
-Antonio pagará si así lo dice Hacienda o la autoridad competente. Hagan el favor de traer un mandamiento de la Agencia Tributaria, de un Juez ó una licencia que diga que están ustedes autorizados para medir locales a ojo de buen cubero...
El último incidente tuvo lugar hará unos tres meses y mi amigo Antonio sigue esperando la visita de los dos recaudadores de no se sabe muy bien qué. Hace unos días me confesó que su asesor le había dicho que había que pagar.
Después de los últimos telediarios se ha puesto en contacto con el asesor para que no se precipite y que espere acontecimientos.