Francisco Javier Gómez Izquierdo
En cualquier barrio de ciudad tiene la Naturaleza colocados más tontos que iglesias, y así no es extraño que varios de aquellos envidien las cosas de Dios y funden cofradías con estatutos orales, tras tres porros vespertinos. En la tele hemos visto individuos preñados de amargura que pretenden silenciar las campanas de las catedrales porque no les dejan dormir la siesta ó les molesta el repique de Domingo de Resurrección.
-¿En qué parroquia se puede oír?
Mi amigo Lucas, que es campanero en Santa Cruz, allá en la Demanda, se tomará muy a mal la iniciativa de unos desconocidos vecinos míos que al parecer viven en mi misma acera y que han ido a denunciar ante “la Policía Verde” el ruido de las campanas en el toque de misa a las nueve y a las doce de la mañana. También les molesta el llanto del bronce en el toque de difuntos de la parroquia de mi barrio. ¡Menos mal que el campanario de la Aurora no da las horas! En el pueblo de Lucas las campanas dan también las medias y los cuartos. ¿Qué sería de estos sensibles espíritus en los áridos pueblos donde hasta antier las campanas tocaban al ángelus, a mediodía, a rebato, a concejo, al Rosario...?
-¿Puede decir al cura que salga?
La “Policía Verde” tiene coches verdes y trajes verdes, pero no son pikoletos. Son policías que aparecieron de repente (no sé si con oposición o con méritos sindicales) montados en todoterrenos por las calles cordobesas. La “Policía Verde” preguntó a Rafaela si podía salir el cura, como si en la Iglesia hubiera una junta de hampones.
-Pues miren ustedes, no está ahora, pero ¿para que le quieren?
-Dígale que están denunciados por tocar las campanas a las nueve de la mañana.
La “Policía Verde” no quiso dar a Rafaela los nombres de los denunciantes.
Los feligreses no llegan a comprender el nulo interés de la autoridad ante el botellón que se celebra un día sí y otro también a cien metros de su parroquia, en el parque de Chinales.
-Fíjese que ya ha habido dos muertes por apuñalamiento.
En Córdoba no molesta el vandalismo de los hijos de Atila que se apoderan de los jardines y plazas de la ciudad. La concejala Candelario, participando del Botellón de la plaza de Toros, le gritó a los vecinos de Ciudad Jardín:
-¡¡Si les molesta el ruido que se vayan a vivir a otro sitio!!
Pero el escandalazo de las campanas es otra cosa... ¡Eso sí que no se puede aguantar!