COLILLAS Y CÉNTIMOS
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La crisis ha hecho a los pobres madrileños recolectores, no de bayas, que no hay enebros, sino de colillas y céntimos, algo que uno no veía en la capital desde los últimos setenta. Colillas y céntimos. Jara y sedal. Los grandes caladeros de colillas son las aceras, gracias a la legislación gubernamental de obligar a la gente a fumar en la calle. Hasta los pobres punkis que se las echan de transgresores se vuelven ovejas luceras fumando en la acera. A su lado, los progres de barbita con hojuelas de caspa no disimulan el orgullo que les produce fumar a la intemperie: si todo el mundo fumara como nosotros, parecen decirse, no habría pasado lo de Fukushima. Sólo han de tener cuidado de no echar el humo, y menos con regodeo -esto es, con boinas-, al paso de ciclistas, una vez que Gallardón ha transformado las aceras en velódromos. ¡Estaría bonito, echarle el humo a un pobre hombre que pedalea por la salvación del planeta, cuando no te dejan echárselo a un camarero en la barra del bar!...
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